A lo largo de la historia de la
humanidad siempre ha habido diferencias sobre cómo abordar la vida en común,
los sentimientos egoístas han convivido con los de solidaridad y de apoyo mutuo,
triunfando los segundos, pues sino no estaríamos ahora donde nos encontramos. La dicotomía
entre que el hombre es bueno por naturaleza (Rousseau) y el hombre es el lobo del
hombre (Hobbes), ha sido un discurso que llevamos ya unos siglos escuchando y
debatiendo, en unos momentos la historia se inclina hacia un lado o hacia el
otro. Es a partir de la Revolución Francesa cuando se empieza a distinguir
entre izquierda y derecha, lo que en un principio fue una simple cuestión de
emplazamiento, con el tiempo ha supuesto una diferencia de valores entre unos y
otros.
Acabo de terminar de leer tres
textos excelentes: Derecha e izquierda, de Norberto Bobbio (1995); La ideología y la
práctica. La diferencia de valores entre izquierda y derecha, de Francisco
Herreros (2011); y, Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía (1968-2018), de
Joaquín Estefanía (2018). En ellos podremos encontrar los valores que definen a
las izquierdas de las derechas, que lo hay, a pesar de que algunos quieren
hacernos creer que ya no hay ideologías, que dan igual unos que otros o que el
mundo deber ser dirigido por los que tienen mayor talento, ya que la naturaleza
y la sociedad los ha preparado para ello. Pues no, me niego a seguir ese
discurso, que por cierto es de derechas.
Las personas de izquierdas
defienden una sociedad más igual y solidaria, siendo su mayor ideal la
libertad; se preocupan del bien común, de los que menos tienen, intentan
construir un mundo en paz y, últimamente, cuestionan el crecimiento económico
insostenible en el que habitamos propugnando unas políticas defensoras del
medio ambiente. Otra cuestión son los partidos que llaman de izquierdas, donde
puede haber muchas políticas que no tengan en cuenta esos valores, o individuos
que no los contemplen en sus comportamientos, velando solo por sus intereses.
Las personas de derechas también
tienen sus valores, tales como la libertad, pero entendida como que una persona
ha de ser libre sin ser obstaculizada por otros individuos, considerando al
Estado como su principal enemigo, sobre todo quieren ser libres, no tener
ataduras, en el mercado económico. Consideran que la desigualdad es innata al
género humano, que hay una selección natural que nos hace desiguales y que los
mejores son los que ocupan los altos puestos del poder. Se postulan a favor de
las tradiciones, en contra de los cambios, principalmente en lo que afecta a la
propiedad privada.
En las revoluciones del último medio
siglo, Estefanía da luz a estos valores, tanto los de derechas, como los de
izquierdas. Donde unas veces la balanza se inclina hacia un lado, otras hacia
el otro. En estos momentos de globalización las derechas van avanzado
destruyendo todo lo construido en los dos últimos siglos, siempre han estado al
acecho, son incansables, tienen muchísimos medios y controlan las instituciones
más poderosas.
Sin embargo, cuando parece que
está todo perdido, aparecen los valores de las izquierdas. Estos días estamos
asistiendo a ello con las personas mayores reclamando unas pensiones justas,
basadas en la solidaridad intergeneracional; las mujeres han dicho basta ya a
los valores patriarcales y violentos contra ellas; en los parlamentos políticos
hay alternativas a los partidos políticos clásicos; en las universidades se
empiezan a sacudir las alfombras; o, periodistas jóvenes sacan a la luz
informaciones que desvelan la corrupción de los políticos, los empresarios, los
catedráticos o los jueces.
Vuelvo a sentir que por mis venas
corre sangre roja, soy de izquierdas. Claro que sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario