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lunes, 20 de julio de 2015

Tolerancia y bondad, adiós Timoteo.


 
(De las últimas veces que estuvimos juntos los tres)

Conforme pasan los años uno se va haciendo, en general, más tolerante, es más capaz de escuchar al otro, al diferente, al de la ideología contraria, al opuesto… uno se encuentra más receptivo, más abierto a los demás, o por lo menos esto es lo que me pasa a mí. He tenido varios maestros que me han enseñado a ser más tolerante y bondadoso, empezando por mis progenitores, siguiendo con mis hijos y terminando con mis amigos.
He tenido la gran suerte de contar con amigos y amigas que me han hecho mejor persona (aunque aún me queda mucho para alcanzarlos), entre ellos hay dos hombres que en los últimos años me han servido como ejemplo de ello: mis amigos Felipe Centelles Bolós y Timoteo Martínez Aguado. El primero se me fue hace casi seis años ya, el otro se me fue ayer. 
A Timoteo me lo presentó Felipe, han sido muy pocos años, muy poco tiempo el que he podido compartir con él, pero pese a ello he podido disfrutar de su compañía, su cariño, pero sobre todo de su bondad y tolerancia. Ha sido de las pocas personas que en su día a día transmitía una gran tolerancia hacia todos, aunque especialmente a los que pensaban distinto a él, era capaz de valorar a los demás sin tener en cuenta su ideología, sus creencias, su status social o económico. No compartíamos ideología, ni creencias, ni status profesional… pero nos apreciábamos, nos respetábamos, nos queríamos. Una de las pocas personas que he conocido que no creyó que el hecho de ser inteligente y catedrático le hacía superior a los demás, todo lo contrario.
Se me ha ido otro gran amigo, pero a este también lo llevaré conmigo, como llevo a mis padres y otros seres queridos. Donde esté, seguro que contribuirá a que todo vaya mejor.

miércoles, 1 de julio de 2015

Incomunicación e información manipulada: construyendo culturas. Baroja, Taibo y Muñoz.


Cuando acabé las clases en la universidad necesitaba una dosis de novela, estaba cansado de tanto ensayo científico, me fui a la biblioteca y cogí dos novelas de Pío Baroja (El mundo es ansí y La sensualidad pervertida), las cuales forman parte de una trilogía sobre las ciudades, en las que se hace hincapié en la construcción de las culturas; tras su lectura uno cuenta de lo poco que hemos avanzado en algo más de un siglo. Podemos cambiar las instituciones, pero es difícil transformar las culturas, sobre todo porque los que tienen la posibilidad de hacerlo lo que hacen generalmente es reproducir su cultura: cambiar todo, para que nadie cambie. En el discurso de los personajes de las novelas se le da una gran importancia a la necesidad de conocer otras culturas, de viajar, de instruirse, de comparar, de convivir unas con otras, considero que aún nos hace falta bastante de eso, no solo basta con formar parte de las redes sociales, es necesario el contacto personal.
En eso estaba cuando en una comida con colegas de la Universidad de Sevilla mi amigo Ildefonso Marqués, con el que comparto además de profesión la ideología socialista, me dejo dos libros: Comprender Portugal, de Carlos Taibo, y el Amigo alemán, de Antonio Muñoz. Como estaba con el chip de la cultura, ello me ha influido para ver estos dos textos desde esa perspectiva. En el primero de ellos he constatado una vez más lo lejos que nos encontramos los pueblos español y portugués, es más lo desconocido que lo conocido, existe una gran incomunicación y la información que tenemos unos de otros se basa generalmente en estereotipos. El segundo de los textos, es la tesis doctoral de Antonio Muñoz, donde hace una revisión histórica de las relaciones de los socialistas españoles con los socialistas alemanes, donde podemos ver cómo la información que recibimos está muy manipulada y que los actores sociales con poder político, económico y social son los que toman las decisiones que afectan a los pueblos, sin contar con ellos.
Las sociedades construyen sus culturas, pero estas, desgraciadamente, son transformadas por los que gobiernan las instituciones y organizaciones que manipulan la información en favor de sus propios intereses, sobre todo económicos y de clase (o de casta, como está últimamente de moda).