Hace unos días he finalizado la
lectura de dos textos: Clara Valverde (2015), De la necropolítica neoliberal a la empatía radical. Violencia
discreta, cuerpos excluidos y repolitización; y, Olga Rodriguez (2016), El hombre mojado no teme la lluvia. Voces de
Oriente Medio. Son análisis actuales sobre el mundo que nos rodea, se
aproximan de una forma muy rigurosa a la comprensión de la realidad social; que
desde perspectivas diferentes -una activista social y una periodista- abordan
el conflicto y la violencia (simbólica y física) en las sociedades actuales, en
las instituciones y en los individuos. Sus conclusiones nos advierten de la
decadencia de las sociedades, en general, y de las instituciones políticas, en
particular.
Clara Valverde incide en el
aumento de las desigualdades sociales, las cuales llevan consigo, cada vez más,
a la exclusión social de una gran parte de la población: “Se mueren las
personas dependientes sin recibir la ayuda económica que se les había concedido
para que alguien cuidara de ellas. La salud de los pacientes empeora
drásticamente mientras están en listas de espera que crecen en vez de reducirse”;
ejemplos, que ponen sobre la mesa el ocaso del Estado del Bienestar y la
barbarie del capitalismo neoliberal. Añadiendo a esa exclusión la victimización
de esos colectivos: “algo habrán hecho” para haber llegado a esa situación. “Violencia
que se esconde en formas difíciles de identificar como violencia, tales como:
la tolerancia, la despolitización, el uso del lenguaje, el relativizar, el
individualizar y el manipular la historia”. E incluso, el poder neoliberal
llega a conseguir que esos individuos se crean libres. Es decir, la
necropolítica neoliberal lleva consigo el aumento de las desigualdades
sociales, la exclusión social, la victimización de esos individuos y el creer que se encuentran en libertad.
La periodista Olga Rodríguez pone
el acento en la violencia que se da en los países del Oriente Medio. Es
desgarrador como narra la vida de diferentes personas que viven en esos
territorios, que han sufrido y siguen padeciendo los avatares de una política
neocolonialista, centrada en el control geoestratégico de la zona y el aprovechamiento,
sobre todo, de los recursos energéticos. El título de su libro: El hombre mojado no teme la lluvia,
basado en una expresión de uno de los entrevistados, nos hace visible la
situación personal y social por la que están pasando una numerosísima parte de
la población de esos países. Gentes que llevan más de un siglo de violencia por
parte de los poderes políticos y los conflictos bélicos que han asolado esa
región, destrozando las vidas de los individuos, de sus familias y de sus
sociedades. Las organizaciones internacionales han estado presentes desde el principio,
han intentado lograr la pacificación de ese territorio, pero apenas dan un paso
adelante, ya retroceden más de lo adelantado. La violencia es tan brutal, que
apenas tienen nada, les falta absolutamente de todo, eso les hace no temer nada
y ante nadie.
El panorama mundial es muy
desolador, las posibilidades de encauzar medidas que acaben con esas
situaciones y construir un nuevo mundo donde se considere a todas las personas
como necesarias es más un sueño, un ideal, que una posibilidad real. Ambas autoras
creen en esa probabilidad, pues el mundo ha avanzado siempre en situaciones de
crisis.