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viernes, 29 de septiembre de 2017

El poder de la memoria: Pedro Pablo Novillo Cicuéndez

La etapa de la niñez suele ser (o debería ser para todos) un tiempo hermoso, como el que nos describe Pedro Pablo Novillo en su novela: El tiempo hermoso (2017). Para mí también lo fue, comparto con el autor casi los mismos años, nací en el 54, el mismo signo zodiacal, la ideología progresista y la cultura que nos impusieron (las culturas se imponen casi siempre, es el proceso de socialización en cualquier sociedad).
 
Presentó el libro mi amigo Antonio Illán en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, en Toledo, acto al que asistí, gozando de una presentación entretenida, la mejor que he escuchado hasta el día de hoy, donde analizó tanto al autor como a su obra, no describiendo la obra, sino llevando a cabo un análisis introspectivo, filosófico, sociológico, político y, por supuesto, literario muy interesante.
 
La lectura del texto es muy amena, rápida, divertida, donde nos hace mirar allá por los años cincuenta y sesenta en esa España rural (rural era toda España, aunque viviésemos en capitales de provincia), tan oscura, tan sombría, pero a la vez tan hermosa para muchos de los niños que nos tocó vivir esa sociedad. Una mirada profunda que nos hace revivir los usos y costumbres, con sus juegos, sus ferias, su música o sus escuelas.
 
Relata multitud de anécdotas o recuerdos de una cultura material: la bicicleta, la radio, la ropa, los muebles, la cocina…, y también de la cultura inmaterial: los valores, las creencias, las ideologías, las normas. Todo ello me ha hecho soñar, reír, recordar viejos u olvidados olores, sabores, sentimientos. En definitiva, he vivido aquellos años, que para mí fueron muy hermosos. Lo negativo, tal como el autor dice en algún momento, lo he olvidado o no lo quiero recordar ahora.
 
P.D. Al igual que al autor del libro, el ejercito español me declaró inútil total, será por eso por lo que, como dice Brassens: nunca ninguna bandera me supo levantar.

martes, 26 de septiembre de 2017

La cultura del ruido y del alcohol, males de la sociedad

Seguramente me estoy haciendo muy mayor, pero eso no es óbice para que los ruidos me molesten y el consumo excesivo de alcohol me parezca una necedad y un peligro.
 
Esta primavera escuchaba al hispanista Ian Gibson decir, que para él los países más ruidosos eran España y Japón; no sé cómo será la cosa en el país asiático o en otros, pero el de España no lo pongo en duda. Uno de los estruendos que más odio es el de un aparato para limpiar las aceras y las calles, con el que van acumulando la suciedad en un punto para recogerla toda a la vez; cómo añoro la escoba de esparto, con su siseo lento, pausado y, hasta tal vez, armonioso. Hasta hace bien poco me despertaba en mi casa de Toledo con el ruido de los pájaros, en el pueblo con los andares y las charlas de los vecinos que iban al trabajo o a la compra, ahora eso ya es historia, me despierta la ruidosa maquinita de barrer.
 
Si vamos a tomar un café, un vermú o a comer con los amigos, los ruidos andan por doquier, la música siempre alta, las conversaciones subiendo de tono para poder entenderse, la masificación de cualquier lugar público. Qué horror, no lo aguanto, cada vez más me gusta la tranquilidad y el sonido de la naturaleza, o la ausencia del mismo en la noche. Bueno, lo de la noche, depende de dónde vivas y qué hay en el entorno, o si son fiestas o fines de semana de botellón. El culmen del ruido lo encontramos en las celebraciones de todo tipo, pero especialmente cuando son las ferias y fiestas, parece como si fuera una llamada a ver quién hace el ruido más fuerte y dura más tiempo.
 
Y, por supuesto, la mayoría de esas actividades lúdicas van impregnadas de alcohol, pero litros y litros de alcohol. No soy ni antialcohólico, ni voy en búsqueda de la pureza, ni, por supuesto, abogo por la prohibición, pero creo que la alcoholización de la sociedad es uno de los problemas más graves que tiene la sociedad en la que me ha tocado vivir, y si no se acometen acciones para evitar el consumo excesivo se va a pagar muy caro.
Me gustaría que mis nietos vivieran en una sociedad con menos ruidos y menos alcohol, su salud física y psíquica depende de ello.
Sí, creo que sí, me estoy haciendo mayor.