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jueves, 26 de septiembre de 2019

Cómo mueren las democracias: Levitsky y Ziblatt.


Este texto lleva a cabo un análisis de cómo ciertas actitudes y comportamientos de los políticos pueden ir destruyendo la democracia poco a poco, e incluso abolirla; se centra en la situación actual en Estados Unidos, si bien nos puede servir para extraer algunos hechos que afectan a todas las democracias existentes, tal como es el caso de España.
Parte de una premisa de que son los partidos políticos los guardianes de la democracia y no los ciudadanos, cuestión esta bastante cuestionable. No obstante, la actitud de los políticos, tal como se expresaba Linz: “pueden apuntalar la democracia o hacerla tambalearse”.
Los autores de este ensayo sostienen que los partidos prodemocráticos deben evitar toda alianza con partidos y candidatos antidemocráticos, pues ello puede poner en riesgo la democracia, lo que hay que anteponer a la pérdida de unas elecciones. Es decir, hay que tener muchísimo cuidado con quién se pacta o se alía, pues ciertos comportamientos autoritarios como son: el rechazo de las reglas democráticas del juego, la negación de la legitimidad de los adversarios políticos, la tolerancia o fomento de la violencia y la predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición (incluyendo los medios de comunicación), pueden afectar a la supervivencia de los sistemas democráticos.
Para evitar esa situación consideran que son completamente necesarios unos árbitros neutrales, entre los que destacan el sistema judicial, los organismos que velan por el cumplimiento de la ley, los servicios de inteligencia, las agencias tributarias y los organismos reguladores. Si estos árbitros están controlados por el Gobierno la democracia puede peligrar. A lo que habría que añadir, la necesidad de un equilibrio entre el Gobierno, el poder ejecutivo y el poder judicial. Nada nuevo bajo el sol, pero es fundamental el recordar la conveniencia de ello para evitar el deterioro de la democracia y el surgimiento de autócratas.
Su propuesta para que ello no suceda, para que la democracia funcione adecuadamente es conveniente respetar dos reglas: la tolerancia mutua y la contención institucional. La tolerancia mutua “implica que reconocer nuestros rivales políticos son ciudadanos decentes, patrióticos y que cumplen la ley, que aman el país y respetan la Constitución tanto como nosotros mismos”. En cuanto a la contención institucional, es necesario que los árbitros sean neutrales, manteniendo su independencia, para la existencia de una democracia sólida.