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sábado, 23 de enero de 2016

Las pistolas, qué miedo me dan las pistolas


Leo el último libro de Ian Gibson: Poeta en Granada. Pasear por la ciudad de Granada y sus alrededores siempre es muy atractivo, pero hacerlo de la mano de Lorca, de su palabra y con sus sentimientos muchísimo más. Gibson una vez más nos invita a que conozcamos un poquito más a Federico García Lorca.
El paseo por esta antigua ciudad árabe me ha recordado a la maravillosa novela de Antonio Gala: El manuscrito carmesí, en ella me enamoré de la cultura árabe. Qué pena que los cristianos en nombre de Dios, expulsaran a ese pueblo y luego lo reprimieran de mil maneras, sobre todo destruyendo su gran cultura y retrasando así el progreso de esta parte del mundo.
Todo no ha sido felicidad, pues al final de su lectura me he quedado un poco triste por el recuerdo de la muerte de Federico, asesinado fríamente como miles y miles de españoles en esa guerra fratricida, cruel como todas, pero de ésta desgraciadamente aún siguen sin aclararse muchísimos de los crímenes cometidos y con miles de seres queridos enterrados en las cunetas. Me encontraba en estas cuando me llega la información de que el periodista Federico Jiménez Losantos dice que cuando ve a los dirigentes del partido político Podemos solo piensa en pegarles unos tiros (más o menos).  Qué miedo me dan esas palabras, estos pistoleros son los que crean los climas para que luego algunos elementos aprieten el gatillo. Ayer un familiar cercano nos decía que los de Podemos cuando tengan el poder van a ir casa por casa pegando tiros a los que no piensen como ellos. Estos comentarios me dan atemorizan, me horrorizan, no puedo con la violencia, se empieza con la verbal y nunca se sabe cómo puede continuar.

Las pistolas,

Qué miedo me dan las pistolas.

 

La sangre derramada,

Qué horror, qué pena,

La sangre derramada.

lunes, 11 de enero de 2016

Impresiones de un turista-sociólogo en la ciudad de Fes (Marruecos)

 
 
No había estado nunca en este país, mi conocimiento se basaba en lo leído o grabado por otros. Hace unos días decidí que ya era hora de visitarlo. Como no podía ser de otra manera mis primeras impresiones han sido una mezcla de muchísimas cosas: belleza, riqueza, colorido, arte, mil matices culturales, pobreza, miseria, estancamiento, desarrollo,…; es decir, muchas impresiones para tan poco tiempo, que espero ir asimilando a lo largo de los próximos días y meses.
 
He visto un país en proceso de cambio, desde el mismo momento en que lo veía desde el cielo podía observar miles de hectáreas cultivadas, infraestructuras viales importantes, y desde el aeropuerto hacia la ciudad, se puede ir viendo el cambio en viviendas populares, en zonas residenciales ricas, en el parque automovilístico, los centros comerciales europeos o los símbolos del capitalismo desarrollado. El capitalismo ha puesto ya sus bases, que parece que están bien cimentadas, esto es imparable.
En la ciudad podemos ver la convivencia entre los que no tienen nada o casi nada, que son muy visibles en la medina, en los zocos y en los barrios, con los que tienen un status económico elevado, sobre todo si los comparamos con los primeros. Una ciudad en la que convive una cultura milenaria medieval con otra cultura postmoderna de la información y de la comunicación. Una sociedad vieja con muchas personas mayores viviendo si no en la miseria, si en sus fronteras, con una juventud que se está formando, educando para unos nuevos tiempos más prósperos; viejos tristes, jóvenes alegres. No creo que estos jóvenes (ya integrados en el consumismo) acepten una vida de sumisión y aceptación del destino.
Comentan que el país está dando pasos hacía una mayor democracia, participación de la mujer en la política, la educación es obligatoria hasta los dieciséis años, se están construyendo centros sanitarios, la religión sigue siendo muy importante en la vida de la mayoría de la población, pero no se percibe el fanatismo. Si a esto le añadimos las inversiones en infraestructuras y vivienda podemos vislumbrar un futuro muy halagüeño para este país.
Me ha llamado mucho la atención la multitud de controles policiales en las entradas a la ciudad, en las carreteras, en el aeropuerto (en un espacio de no más de veinte metros te piden unas cinco veces el pasaporte), no sé si estará justificado o es una manera de tener controlada a la población.
Queda muchísima pobreza que extirpar, así como reducir esa gran desigualdad entre unos y otros, o seguir avanzando en la democracia, pero tengo la impresión de que a estos jóvenes no hay quien les pare en su destino a una sociedad más libre y de bienestar.