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miércoles, 20 de octubre de 2021

¡Viva el socialismo!: Thomas Piketty

 

 

En las primeras páginas del libro: ¡Viva el socialismo!, Piketty ya nos dice cuáles son las líneas de su pensamiento en los últimos años (2016-2020): “Ahora estoy convencido de que hay que pensar en la superación del capitalismo, en una nueva forma de socialismo, participativo y descentralizado, federal y democrático, ecológico, mestizo y feminista” (p. 14). Su concreción y claridad es plena, no anda con dobleces.

Una de sus principales premisas se fundamenta en que la desigualdad es esencialmente ideológica y política (no política o tecnológica); y, ya que la desigualdad es, junto con el cambio climático, uno de los principales problemas en el mundo actual, es necesario intervenir nacional e internacionalmente en la construcción de un nuevo modelo basado en la igualdad y en la sostenibilidad: “Ha llegado el momento de cambiar el discurso político sobre la globalización; el comercio es algo bueno, pero el desarrollo sostenible y justo también requiere servicios públicos, infraestructuras, educación y sistemas de salud, que a su vez exigen impuestos justos”. (p. 60)

Considera que el proyecto de “Tratado de democratización de la gobernanza de la zona euro” (T-Dem) puede ser un camino para conseguir una Europa más democrática y más social. El nuevo Parlamento de la zona euro proporcionaría un marco más democrático que “haría prevalecer finalmente una lógica de deliberación pública, pluralista y democrática frente al culto a las puertas cerradas y la opacidad”. (p. 103)

La mayor parte de libro aborda cuestiones relacionadas con su país, Francia, pero que nos sirven para poder reflexionar sobre cómo se pueden afrontar los nuevos retos en el resto de Europa, y ver las similitudes con el nuestro.

Finaliza con un pequeño análisis acerca de la pandemia de la Covid-19 y sus repercusiones en la crisis económica, preguntándose si esa crisis acabará con la globalización mercantil y liberal, lo que permitiría un nuevo modelo de desarrollo más justo y sostenible; y, planteando si ello puede ser una oportunidad “para reflexionar sobre una dotación sanitaria y educativa mínima para todos los habitantes del planeta, financiada por el derecho universal de todos los países a una parte de los ingresos fiscales soportados por los agentes económicos más prósperos: las grandes empresas y los hogares con rentas y patrimonios más elevados”. (p. 270)

martes, 5 de octubre de 2021

Artivismo: arte y activismo. Antoni Gutiérrez-Rubí

 


El arte en incontables ocasiones se ha implicado en los movimientos sociales y políticos, y estos se han comunicado con la población a través de manifestaciones artísticas, han confluido para ir de la mano juntos en la protesta social; Antoni Gutiérrez-Rubí ha unido a ambos en un nuevo término: artivismo. Conceptualmente lo ha desarrollado en su último ensayo: Artivismo. El poder de los lenguajes artísticos para la comunicación política y el activismo (2021), editado por la Universitat Oberta de Catalunya. Para Gutiérrez-Rubí el artivismo es: “una práctica híbrida que combina la aproximación artística, basada en el proceso estético, con el enfoque instrumental que busca los resultados que es el propio del activismo. El activismo artístico señala que para cambiar el poder es necesario cambiar de punto de vista, y viceversa, para cambiar el punto de vista es necesario cambiar el poder. El activismo artístico funde lo afectivo y lo efectivo” (p. 17).

Diversos estudios científicos nos muestran cómo desde hace tres décadas el descontento y la desconfianza de la ciudadanía hacia la democracia va en aumento, habiendo alcanzado en los dos últimos años su cénit, la brecha se hace más amplia entre las necesidades de los ciudadanos y los que tienen el poder; la democracia está muy cuestionada en una gran mayoría de países y en todos los continentes. Cuestionamiento que ha puesto en marcha multitud de acciones sociales y políticas, que lideran los nuevos movimientos sociales; lo que, en palabras de este autor, se está creando una nueva cultura política democrática, caracterizada por ser: colaborativa y horizontal, de participación directa, digital y creativa. Ocupando internet un lugar predominante, pues ha globalizado esta novedosa manera de participación ciudadana: “Los cambios tecnológicos favorecen este tipo de organización de acción política. La creatividad, en este contexto, juega un factor decisivo para empoderar a la ciudadanía. El uso de nuevos lenguajes, más estéticos, permite un diálogo distinto entre ciudadanos y ciudadanas que presenta una nueva forma de entender el compromiso político y social. Hablamos del arte y cómo, en sus múltiples dimensiones, otorga un nuevo empuje a la voz ciudadana” (p. 63).

Las movilizaciones sociales y políticas han puesto en marcha otras formas de comunicación para levantar el interés y el compromiso de los ciudadanos, destacando el artivismo, entendiendo este como como “acciones realizadas en el espacio urbano y/o digital, que intervienen en lo social a través del arte, empujando la agenda política o dando visibilidad a demandas ciudadanas. Es capaz de convertirse en un poderoso motor de cambio, capaz de sacudir las conciencias. Y puede ser un puente para ayudar a reconectar a la ciudadanía con la práctica política” (p.66).

Uno de los capítulos del texto contempla al espacio público como escenario del empoderamiento ciudadano, analizando las diversas manifestaciones creativas que se han producido a lo largo y ancho de este mundo: perfomances, resistencia creativa, los usos de los cuerpos, la música y el silencio, pancartas individuales, los objetos utilizados, el color y la política, el carnaval político, las campañas ciudadanas, el crowdfunding, o las redes sociales.

Antoni G-R concluye de la siguiente manera: “Es fundamental seguir pensando esta relación de cara a los nuevos retos políticos y sociales del mundo. En un contexto volátil y cambiante, en un marco de desencanto y desconfianza creciente con las instituciones y la política, cada vez hay más urgencias que están buscando los medios más efectivos para compartir sueños y peticiones que no pueden esperar más tiempo. Internet, las nuevas tecnologías y las redes sociales actúan de altavoz y argamasa social. El arte les da alma, sentido y contexto. El activismo lo convierte en energía política” (p. 201).