Desde muy joven me he sentido atraído por el arte dramático,
por unas cosas o por otras he tenido relación con él, muchas personas me han
hecho que me enamorase de esa forma de expresarse, de sentir, de contar
historias, de reír, de llorar…, en definitiva, de una manera de vivir.
Como muestra, un
botón. El pasado fin de semana he asistido a la representación de la obra: Unamuno. Venceréis pero no convenceréis,
interpretado por José Luis Gómez (por cierto, una de las personas que lograron
enamorarme de esta manifestación artística). Desde el minuto uno hasta el final
de la obra he disfrutado de todo lo acontecido en el escenario. La interpretación
inigualable, la innovadora escenografía, el diálogo a través del cristal (de
los tiempos) entre el actor y el catedrático, y la iluminación acogedora; todo
ello en su conjunto se plasmó en armonía cuasi perfecta para que pudiéramos
compartir y vivir esos momentos de análisis del pensamiento de Miguel de
Unamuno.
Pensamiento a veces contradictorio, otras: clarificador, dubitativo,
humano, idealista o filosófico, vamos como la mayoría de las personas que
piensan lo que pasa en su alrededor, pero en su caso con una mayor profundidad
y rigurosidad. Para mí lo más destacable es su paso de ser un hombre de
izquierdas y antimilitarista, a apoyar el alzamiento militar franquista contra
la legal y democrática República española; o su posible o no financiación
económica a los franquistas; o la utilización tergiversada de su famosa frase
relacionada con la necesidad de salvar la sociedad occidental cristiana, que fue
tomada por Franco, parte de la Iglesia católica y sus secuaces para así atraer
a gran parte de la población española a su causa; o el cuestionamiento del
análisis histórico de lo vivido o interpretado.
Esta obra no solo me ha servido para aprender, conocer mejor
a Unamuno, ver cómo es posible hacer arte con pocos medios o cómo sentir los
pensamientos ajenos, sino que también me ha hecho ver, una vez más, cómo la
cultura inteligente es capaz de hacerte reflexionar y actuar contra la cultura
mediática de entretenimiento manipuladora, adormecedora y reaccionaria que está
invadiendo las sociedades occidentales, haciendo de ellas úteros
individualistas hedonistas o enardeciendo y volviendo a las tribus, donde lo
mío es lo mejor que lo tuyo, yo estoy seguro y tú equivocado. El poder del
teatro, y de las otras artes, puede contribuir a cambiar esa sociedad que nos
quieren imponer.
¡Viva el teatro!
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