¡Cuidado entras en un blog peligroso!

Este es un lugar donde me expreso libremente y comparto con todo el que quiera mis inquietudes.



miércoles, 20 de diciembre de 2017

Los años de plomo (de la heroina) en Sevilla: Fernando Mansilla


Resultado de imagen de el canijo, fernando mansilla
 
 
El primer artículo de opinión (o post, como dirían los millennials) que escribí fue, en los inicios de los años ochenta, en un número 0 de una “perfomance”, sobre la heroína en Albacete, en el que denunciaba la persecución de los yonkis que estaban en la cárcel y que, los pobres, se inyectaban yeso. Esta anécdota la tenía olvidada hasta que al iniciar la lectura de El Canijo, obra de Fernando Mansilla (El Rancho editorial), me la ha traído a la memoria y me ha hecho revivir aquellos años tan duros para muchos jóvenes y muchas familias, sobre todo para la gente más excluida de la sociedad española.
 
El inicio del texto me tentó en varias ocasiones a dejar de leerlo, pero tras insistir unas cuantas hojas me vi cogido por él, de hecho casi me lo he leído de un tirón, la trama y el drama me atraían inexorablemente. Fernando Mansilla describe el mundo de la droga en los años ochenta en la ciudad de Sevilla, y lo hace de una manera intensa, angustiosa, profunda, irritante, molesta, horrible, pero con un gran conocimiento de la situación, pues como él mismo dice: el sesenta por ciento es experiencia vivida y el cuarenta ficción. Nos conduce por las calles del centro de Sevilla en el que pululaban las personas jóvenes que empezaron jugando con el hachís, pasándose a la coca y la heroína, para posteriormente ser destruidos por el SIDA.
Los personajes son tan reales, que parecen que están a tu lado, que van a salir de las hojas del texto y te van a dar un sablazo, darte una sirla, clavarte un puñal, o bien te vas a poner con ellos una dosis o dos, una de coca y otra de jaco, o vas a llorar con ellos, o le vas a dar dos mil pesetas para que puedan pasar el mono, o le vas a dar unas cuántas hostias al pringao o al chulo del policía.
Las instituciones sociales, políticas, judiciales, policiales, sanitarias… fallaron, por desconocimiento de los que les vino encima sin poder preverlo, o bien hicieron lo más fácil: reprimiendo a los drogadictos, persiguiéndolos y encarcelándolos, o dejando que se matasen por sí mismos o por sus colegas.  La Sevilla de los ochenta fue durísima para los excluidos, para los drogadictos que no sabían las consecuencias del consumo de esas sustancias y que solo pensaban que lo único que merecía la pena en la vida era ponerse un buen chute.
Los que vivimos aquellos años conocimos situaciones parecidas en nuestros entornos, eran años de plomo, en los que cayeron muchos jóvenes a los que conocíamos y una vez más las instituciones no tuvieron la respuesta adecuada.
Hoy sigo reivindicando lo que entonces ya hacía: la legalización de las drogas y una educación pública en estas cuestiones. Pero me temo, que como entonces, vamos a seguir por el mismo camino, pues hay muchos intereses, sobre todo económicos, en los que están involucrados muchos agentes sociales. Parece que les es más rentable la represión y la exclusión, el olvido de los desheredados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario