El último ensayo que he leído y
estudiado con intensidad ha sido el escrito por la psicóloga norteamericana
Judith Rich Harris: No hay dos iguales.
Individualidad humana y naturaleza humana. Le he dedicado varios meses para
su lectura completa, ya que es denso y profundo en sus análisis.
Es un texto que principalmente
cuestiona el papel que se les adjudica a los padres en la formación de la
personalidad y conducta de sus hijos, tratando de desmontar lo dicho hasta el momento por diferentes
teorías psicológicas e intentando demostrar que no hay dos personas iguales,
que todos somos distintos. He aprendido mucho, de hecho voy a tener que cambiar
mis opiniones sobre el proceso de socialización de las personas, así como mis
apuntes de sociología.
De su lectura destaco parte de
sus conclusiones finales:
La tendencia a adquirir una lengua es una de las cosas que hacen aptos
a los humanos para la sociedad. Al igual que la tendencia a averiguar lo que
los demás piensan. Otras tres cosas que adecúan a los humanos a la sociedad son
su tendencia a establecer y conservar relaciones, su tendencia a ajustar su
comportamiento a las normas y costumbres de su sociedad, y su tendencia a
competir con otros miembros de su sociedad y, si es posible, a superarlos de
alguna manera. (p.383)
Los compañeros son tan importantes para el sistema de estatus como lo
son para el sistema de socialización, pero por motivos diferentes. Para el
sistema de estatus, los compañeros del mismo sexo del niño son sus rivales, y
una de las cosas que tiene que hacer el niño es averiguar cómo es él en
comparación con ellos. No obstante, la información que le dice cómo sale parado
en el cotejo no proviene necesariamente de sus compañeros: puede venir de
cualquiera de su comunidad; cuanta más información, mejor.
La personalidad varía, en parte, porque las personas tienen genes
diferentes; en parte, porque incluso las personas con los mismos genes tienen
cerebros ligeramente diferentes; en parte, porque incluso las personas con los
mismos genes tienen diferentes experiencias sociales; y, en parte, porque la
variación y la división del trabajo son propiedades emergentes en los grupos
humanos. (p. 387)
EL escenario de la socialización del hijo y de la formación del grupo
ha sufrido un cambio dramático (excepcional, tenso, conflictivo y conmovedor).
El cambio se llama, arquetípicamente, faceboock, que es, por cierto, el nombre
propio que debería recibir la primera generación que ha experimentado el
impacto de la red social. Faceboock ha subvertido de modo radical las reglas de
formación del grupo, que ya escapan a cualquier control sociológico que puedan
imponer los padres.
La gran novedad socializadora de esta década refuerza hasta un límite
inquietante… sobre la escasa capacidad de influencia cultural de los padres
sobre la personalidad y la conducta de los hijos. (p. 417)
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