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martes, 26 de abril de 2016

A propósito de los 30 años de la Ley General de Sanidad en España.

Hace ya treinta años que disfrutamos de una de las mejores leyes que han contribuido a que haya más igualdad entre toda la ciudadanía española y residente en España. ¿Cómo no voy yo a celebrarlo?, pues claro que sí, yo también puse mi granito de arena en su construcción, desarrollo e implementación, tanto ideológicamente como en su gestión aplicada.
Pero eso no quita que pueda cuestionar algunos aspectos que se hicieron mal o no se llevaron a cabo, y lo he dicho en público, en privado, en artículos, en congresos, en libros, dentro del PSOE, fuera de él, en las organizaciones en las que he trabajado; es decir, en múltiples ámbitos sociales, políticos o académicos. No solo lo he criticado, sino que siempre he propuesto alternativas a lo que se estaba haciendo inadecuadamente, lo que ha supuesto en muchos casos que haya sido apartado, relegado, reprimido o acusado de ir en contra de lo “correcto”.
Para muestra dos botones: la salud pública y los gestores. Considero que una de los grandes errores cometidos en la implantación de la Ley ha sido el poco presupuesto dedicado a la promoción y la prevención de la salud, se ha centrado casi exclusivamente en la atención sanitaria hospitalaria; los ganadores han sido las industrias, sobre todo la farmacéutica. Y, en cuanto a los gestores, muchos de ellos han estado al mandato del político de turno, lo que ha supuesto una politización excesiva de la gestión sanitaria. Cuestiones estas que aún siguen aconteciendo en todos los sistemas regionales de salud, no digamos ya los nombres, que continúan 30 años después.
Hace unos años se vio la necesidad de evaluar la Ley General de Sanidad, lo que realizaron muchos grupos de personas de todo el Estado, todo se fue al carajo con la llegada del PP al Gobierno central. Las pequeñas luces se apagaron, todo se volvió más oscuro, la marcha atrás se hizo ineludible, la mano negra de la privatización del sistema se alargaba en depreciación del sistema público, y en esas estamos.
Seguiré opinando lo que estime conveniente, y si hay alguien a quien le moleste, pues lo siento. Pienso que la crítica constructiva es la que nos hace progresar, no la de apoyar a los amiguetes y el interés personal.
Salud.

 

 

 

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