Michel Foucault investigó sobre
el funcionamiento del poder y aportó, entre otras muchas cosas, que el paso de la
legitimidad del soberano por la legitimidad de la sociedad (democratización)
cambió sustancialmente la concepción del poder, supuso que los castigos
occidentales cambiaran a unos más moderados, fundamentalmente para evitar el
rechazo de la ciudadanía, vinculando así los tipos de castigos con los tipos de
poder ejercidos. En su ensayo Vigilar y
castigar (1975) podemos profundizar en ese análisis. Posteriormente sus
reflexiones se centraron en lo que él denominó biopoder, cuyo objetivo es “hacer vivir y dejar morir”, en sus
propias palabras: “Más acá, por lo tanto, de ese gran poder absoluto,
dramático, sombrío, que era el poder de la soberanía y que consistía en poder
hacer morir, he aquí que la tecnología del biopoder, la tecnología del poder
sobre la población total, sobre el hombre como ser viviente, aparece ahora un
poder continuo, sabio, que es el poder de hacer vivir. La soberanía hacía morir
y dejaba vivir. Y resulta que ahora un poder consiste, al contrario, en hacer
vivir y dejar morir” (Hay que defender la
sociedad). El poder ejercido, tanto por los soberanos como por los representantes
de la sociedad, ha supuesto siempre que unos pocos han mandado sobre muchos y
han impuesto sus verdades y un tipo específico de relaciones de poder.
Otra mirada sobre el poder es la de Moisés Naím. En
su obra El fin del poder estima que ese
poder político está degradándose, pues está dejando de ser un poder difícil de
adquirir, fácil de utilizar y difícil de perder. Las personas que llegan ahora
al poder tienen una competencia mayor y se encuentran con muchas más
limitaciones: el activismo ciudadano, los mercados financieros mundiales, los
medios de comunicación o más rivales: “La transformación del poder es más
amplia y más complicada. El poder es hoy más fácil de obtener y, de hecho, en
el mundo actual hay más personas que lo tienen. Pero sus horizontes se han contraído
y, una vez obtenido, es más difícil de utilizar”. Él denomina a esos nuevos
rivales como micropoderes.
Naím señala que: los gobiernos
caen más rápidamente, las facciones en los partidos políticos aumentan, los
líderes no son políticos sobresalientes, los movimientos sociales tienen más
poder, los ejércitos van perdiendo poder, las victorias electorales no son de
mayorías aplastantes, el ciberactivismo, lo que, entre otras más causas, supone
la degradación del poder. Él propone una intervención inmediata con el fin de
devolver la confianza a la política y a los políticos, poniendo el acento en el
fortalecimiento de los partidos políticos y el aumento de la participación
ciudadana en política.
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