Una de las frases que llevo oída desde
muy pequeño es que todos los políticos son iguales, que todos se acercan a la
política por intereses personales. En los últimos años la sigo oyendo, pero con
mucha más vehemencia y repetición, sobre todo desde que los casos de corrupción
de los partidos políticos y de algunos de sus líderes se han hecho más
visibles. Este estereotipo no lo comparto, fundamentalmente por mi propia
experiencia relacionándome con varios políticos en mi vida personal y
profesional, y por el estudio de varios políticos con influencia en España y en
el mundo.
Este fin de semana he asistido a
dos eventos culturales que han reforzado mi opinión personal: la obra de teatro
“Azaña: una pasión española” y la
película “El vicio del poder”. En la
primera, el gran actor José Luis Gómez da vida a Manuel Azaña, en la que
representa a un político culto, preocupado por hacer política pensando en las
necesidades de los individuos, por mejorar la sociedad en la que vive,
enfrentándose al conflicto buscando salidas razonadas, y defendiendo
apasionadamente la libertad y la democracia. En la película, se hace un relato
de la vida política del vicepresidente estadounidense Dyck Cheney, pero sobre
todo poniendo el acento en sus actuaciones tras la caída de las Torres Gemelas
en New York, el 11 de septiembre de 2001 y la Guerra contra Irak, resaltando
sus intereses personales económicos y su ejercicio de la política no
importándole los medios empleados con tal de alcanzar sus objetivos, aunque para eso tengan que morir miles de personas.
¿Qué diferencias hay entre ellos?
Destacaría principalmente, que mientras el primero tiene una mente privilegiada
y formación política excelente, el segundo, Cheney, es expulsado de la
universidad por sus borracheras y su formación política consiste en la de un
sumiso a las órdenes del político de turno. Azaña busca un proyecto colectivo,
la paz; Cheney busca un proyecto personal, apoya la guerra contra Irak, a pesar
de los informes en contra, lo que supone unas 600.000 muertes y pobreza. El
Presidente español murió sin apenas patrimonio, el vicepresidente norteamericano
es multimillonario gracias a las empresas armamentísticas y a los beneficios en
la reconstrucción de lo que se destruyó en la guerra.La gran diferencia no solo es la diferente
calidad humana de los dos personajes, sino su entendimiento de la política,
para el bien colectivo o para el bien personal.
Claro que hay diferencias, no
todos son iguales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario