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martes, 15 de enero de 2019

No todos los políticos son iguales: Manuel Azaña y Dyck Cheney

Una de las frases que llevo oída desde muy pequeño es que todos los políticos son iguales, que todos se acercan a la política por intereses personales. En los últimos años la sigo oyendo, pero con mucha más vehemencia y repetición, sobre todo desde que los casos de corrupción de los partidos políticos y de algunos de sus líderes se han hecho más visibles. Este estereotipo no lo comparto, fundamentalmente por mi propia experiencia relacionándome con varios políticos en mi vida personal y profesional, y por el estudio de varios políticos con influencia en España y en el mundo.
 
Este fin de semana he asistido a dos eventos culturales que han reforzado mi opinión personal: la obra de teatro “Azaña: una pasión española” y la película “El vicio del poder”. En la primera, el gran actor José Luis Gómez da vida a Manuel Azaña, en la que representa a un político culto, preocupado por hacer política pensando en las necesidades de los individuos, por mejorar la sociedad en la que vive, enfrentándose al conflicto buscando salidas razonadas, y defendiendo apasionadamente la libertad y la democracia. En la película, se hace un relato de la vida política del vicepresidente estadounidense Dyck Cheney, pero sobre todo poniendo el acento en sus actuaciones tras la caída de las Torres Gemelas en New York, el 11 de septiembre de 2001 y la Guerra contra Irak, resaltando sus intereses personales económicos y su ejercicio de la política no importándole los medios empleados con tal de alcanzar sus objetivos, aunque para eso tengan que morir miles de personas.
 
¿Qué diferencias hay entre ellos? Destacaría principalmente, que mientras el primero tiene una mente privilegiada y formación política excelente, el segundo, Cheney, es expulsado de la universidad por sus borracheras y su formación política consiste en la de un sumiso a las órdenes del político de turno. Azaña busca un proyecto colectivo, la paz; Cheney busca un proyecto personal, apoya la guerra contra Irak, a pesar de los informes en contra, lo que supone unas 600.000 muertes y pobreza. El Presidente español murió sin apenas patrimonio, el vicepresidente norteamericano es multimillonario gracias a las empresas armamentísticas y a los beneficios en la reconstrucción de lo que se destruyó en la guerra.La gran diferencia no solo es la diferente calidad humana de los dos personajes, sino su entendimiento de la política, para el bien colectivo o para el bien personal.
 
Claro que hay diferencias, no todos son iguales.

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