La tesis principal del libro de
Boaventura de Sousa Santos: Izquierdas
del mundo, ¡uníos!, es la necesidad que tienen las sociedades de que
las izquierdas se unan para poder afrontar el neoliberalismo y el capitalismo
salvaje que está derechizando al mundo, lo que está suponiendo un incremento de
las desigualdades sociales y unas democracias de baja intensidad. La división
de las izquierdas es un mal endémico desde los orígenes de los partidos
políticos, luchas que, tal como dice el autor, muchas veces no tienen que ver
con programas distintos o contradictorios, sino con la rivalidad entre los
líderes. Desgraciadamente seguimos viendo día a día como esta situación en vez
de solventarse, lo que hace es agravarse.
Con ese pensamiento básico
analiza lo que está ocurriendo en Portugal, Brasil, Colombia, México y España.
Esa mirada global desde lo local, nos permite conocer más profundamente cómo
están abordando las izquierdas estos momentos donde la ola derechista está
imponiéndose: “En los últimos cinco años, la actividad política en diferentes
países y regiones del mundo… [ha dado lugar] a: el agravamiento sin precedentes
de la desigualdad social; la intensificación de la dominación capitalista,
colonialista (racismo, xenofobia, islamofobia) y heteropatriarcal (sexismo)”
(pág. 23). Son tiempos donde el
capitalismo con todos sus recursos neutraliza, paraliza y destruye los avances
sociales de los últimos cincuenta años. Para Boaventura es necesario detener
ese ciclo reaccionario global, y lo que propone, tampoco es nada nuevo, es la
alianza entre las fuerzas de izquierda, considerando que o se unen y buscan
nuevos proyectos comunes o la democracia está en peligro.
Si bien su tesis no es novedosa,
su análisis sociológico sirve para que no se olvide la necesidad de seguir
intentando esa unión, la cual ha de ser global y local. Aporta ejemplos donde
cuando se busca esa unidad y se logra las mejoras sociales se mejoran y se
profundizan., mientras que cuando se hacen alianzas con las derechas lo que se
hace es favorecer al neoliberalismo y al capitalismo con su sistema financiero
causante de las desigualdades, erosionando, a la vez, la democracia. Reconoce
que es muy difícil, pero no imposible: “solo el enojo no basta, porque hay que
desconectarse de la dominación y buscar creaciones nuevas” (pág. 125).
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