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lunes, 30 de noviembre de 2015

Burocracia: sociología, literatura y participación ciudadana.

La burocracia es un asunto que siempre ha sido motivo de reflexión por parte de los sociólogos, los diferentes paradigmas la han abordado: Marx y Engels, la Escuela de Chicago, la Escuela de Frankfurt, los neomarxistas, los interaccionistas; o la sociología contemporánea como Foucault, Bourdieu o Sennett. Miradas que han sugerido que el funcionario es parte de una maquina (la burocracia) que anula a los individuos y tiene una gran necesidad de reconocimiento de su autoridad por los ciudadanos; o, como decía Weber la administración es el gobierno de los funcionarios sobre los políticos; o bien, que es necesaria para el funcionamiento de los gobiernos y que el funcionario debe acatar las órdenes impuestas por aquellos para que la sociedad funcione.

Se acaba de editar un texto de Luciano Vandelli (2015): Papeles y papeleo. Burocracia y literatura, Ediciones de El Cronista, en el que se relaciona la sociología, la burocracia y la literatura, principalmente con los novelistas Balzac y Kafka. No es un tema nuevo, ni es muy extenso lo dicho en el ensayo, pero merece la pena leerlo y pensar sobre ello. Es ameno, entretenido y riguroso. A esa lectura yo le añadiría la del libro de González García, J. (1989), La máquina burocrática: afinidades electivas. Weber y Kafka, Visor, Madrid. Y, por supuesto, tal como recomiendan ambos también las obras de Balzac: La fisiología del empleado y La comedia humana.
 
Después de la lectura de Vandelli y la revisión de algunas notas de mis clases sobre burocracia y administración pública, así como mi experiencia personal como empleado público, he estado pensando cómo la burocracia en los últimos años en España ha avanzado en algunas cuestiones, tales como la pérdida del poder casi ilimitado que tenían algunos funcionarios, o cómo los políticos cada vez más han asumido el papel que les corresponde a los funcionarios; es decir, los funcionarios haciendo de políticos y los políticos haciendo de funcionarios. Todo ello sin llevar a cabo la tan necesaria reforma de la administración pública, que ningún gobernante se atreve a realizar en profundidad, bien por miedo a la pérdida de votos, bien por temor al conflicto con las organizaciones sindicales (es aquí donde estas tienen uno de sus mayores caladeros de afiliados), o por el poco interés en ello, ya que les va muy bien con su nuevo papel funcionarial.
 
Y, entre toda esta confusión de pérdidas y ganancias y de no funcionamiento adecuado de la administración pública, se oyen de vez en cuando tambores, sobre todo desde que están presionando más los “nuevos partidos políticos” (Podemos, Ciudadanos) a los “viejos partidos”. Se habla cada vez más de que es necesaria la transparencia en la gestión y un cambio en la gobernanza, en la que los ciudadanos participarían más activamente, para así controlar tanto a los políticos como a los funcionarios, con la meta de mejorar la administración pública, convirtiéndose así en nuevos actores sociales en la construcción de la administración. Los “nuevos” hacen más hincapié en ello, los “viejos” lo llevan en su programa electoral, pero a mí me da la impresión de que seguiremos escuchando palabras sobre palabras, seguramente otros cuantos años más.

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