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jueves, 19 de marzo de 2015

Bauman, ¿Para qué sirve la sociología?


Hace años que sigo al sociólogo polaco Zygmunt Bauman, no sólo a través de sus libros, sino también en los periódicos, en sus conferencias multitudinarias o en las redes sociales; algunos de mis alumnos leen y analizan sus textos, que luego exponen y debaten en clase con sus compañeros. Y aunque algunas de sus ideas son reiterativas sigue interesándome su pensamiento y análisis de la realidad social. El último libro que he leído ha sido el editado por Paidós en 2014: ¿Para qué sirve realmente…? Un sociólogo.
En esta obra (son conversaciones con otros dos colegas) sigue llamando la atención su lucidez mental, cómo sigue con los mismos intereses que tenía en su juventud, es decir, continua siendo crítico y preocupado por las realidades de la sociedad y, sobre todo, su ejemplaridad personal y profesional.A lo largo del texto responde a cuatro cuestiones: ¿Qué es la sociología?, ¿Por qué ser sociólogo?, ¿Cómo hacer sociología? y ¿Qué puede conseguir la sociología?, con propuestas dirigidas a los que se inician en el mundo de la sociología y a los que ejercen de sociólogos. Para los primeros porque les introduce en los quehaceres de esta disciplina social y para los segundos porque les cuestiona o reafirma en su labor.
Considera que la sociología sigue teniendo un papel muy importante a la hora de indagar en las vidas de las mujeres y los hombres, teniendo en cuenta su contexto histórico y sus experiencias vitales. Los sociólogos deben tener una actitud crítica en la comprensión o explicación de las condiciones sociales en las que viven las personas, poniendo el acento en que la sociedad es cambiante, el análisis sociológico debe tener muy presente el cambio social y sus consecuencias, así como que la reinterpretación de lo conocido debe ser continua.
Otros aspectos que él estima fundamentales para la sociología son: la función emancipadora de esta ciencia, la participación de los ciudadanos en la elaboración del discurso sociológico, la búsqueda de espacios para el debate con la sociedad civil, el papel de la sociología en la política, el peligro de la “servidumbre voluntaria” o el “quietismo” de las gentes, la deconstrucción de la percepción de la realidad social, el diálogo permanente con los ciudadanos, la búsqueda de soluciones para los problemas que tienen las mujeres y los hombres de hoy, el compromiso que tienen los profesionales con la sociedad de la que forman parte o la preocupante separación entre poder y política.
A mi modo de ver, su planteamiento sigue siendo el materialismo histórico y dialéctico, tan vigente hoy en día como hace dos siglos. Llama a la movilización de los profesionales de la sociología a que no se queden en la academia, sino que salgan a la calle a hablar con los ciudadanos, que los oigan, que tomen en consideración sus opiniones, sus necesidades, sus respuestas antes los problemas que tienen, pues la sociedad actual está en un proceso de cambio profundo, en el que todas las personas tienen que participar en la construcción de esa nueva realidad social. Señala como meta de la sociología el convertirse en una ciencia y tecnología de la libertad, debe ser una política cultural al servicio de la libertad.
Para finalizar, destacaría la siguiente frase: Pero si la sociología quiere ser relevante, entonces debe abrirse a la gente y empezar a pensar como se hacía cuando yo era estudiante: estamos aquí para recoger evidencias y emprender un diálogo continuo con la experiencia, e intentar ayudar a la gente en su lucha contra la doble paga de la ignorancia y la impotencia (pág. 76).

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