El arte en
incontables ocasiones se ha implicado en los movimientos sociales y políticos,
y estos se han comunicado con la población a través de manifestaciones
artísticas, han confluido para ir de la mano juntos en la protesta social;
Antoni Gutiérrez-Rubí ha unido a ambos en un nuevo término: artivismo. Conceptualmente
lo ha desarrollado en su último ensayo: Artivismo. El poder de los lenguajes
artísticos para la comunicación política y el activismo (2021), editado por
la Universitat Oberta de Catalunya. Para Gutiérrez-Rubí el artivismo es: “una
práctica híbrida que combina la aproximación artística, basada en el proceso
estético, con el enfoque instrumental que busca los resultados que es el propio
del activismo. El activismo artístico señala que para cambiar el poder es
necesario cambiar de punto de vista, y viceversa, para cambiar el punto de
vista es necesario cambiar el poder. El activismo artístico funde lo afectivo y
lo efectivo” (p. 17).
Diversos estudios
científicos nos muestran cómo desde hace tres décadas el descontento y la
desconfianza de la ciudadanía hacia la democracia va en aumento, habiendo
alcanzado en los dos últimos años su cénit, la brecha se hace más amplia entre
las necesidades de los ciudadanos y los que tienen el poder; la democracia está
muy cuestionada en una gran mayoría de países y en todos los continentes.
Cuestionamiento que ha puesto en marcha multitud de acciones sociales y
políticas, que lideran los nuevos movimientos sociales; lo que, en palabras de
este autor, se está creando una nueva cultura política democrática,
caracterizada por ser: colaborativa y horizontal, de participación directa,
digital y creativa. Ocupando internet un lugar predominante, pues ha globalizado
esta novedosa manera de participación ciudadana: “Los cambios tecnológicos
favorecen este tipo de organización de acción política. La creatividad, en este
contexto, juega un factor decisivo para empoderar a la ciudadanía. El uso de
nuevos lenguajes, más estéticos, permite un diálogo distinto entre ciudadanos y
ciudadanas que presenta una nueva forma de entender el compromiso político y
social. Hablamos del arte y cómo, en sus múltiples dimensiones, otorga un nuevo
empuje a la voz ciudadana” (p. 63).
Las movilizaciones
sociales y políticas han puesto en marcha otras formas de comunicación para
levantar el interés y el compromiso de los ciudadanos, destacando el artivismo,
entendiendo este como como “acciones realizadas en el espacio urbano y/o
digital, que intervienen en lo social a través del arte, empujando la agenda
política o dando visibilidad a demandas ciudadanas. Es capaz de convertirse en
un poderoso motor de cambio, capaz de sacudir las conciencias. Y puede ser un
puente para ayudar a reconectar a la ciudadanía con la práctica política”
(p.66).
Uno de los
capítulos del texto contempla al espacio público como escenario del
empoderamiento ciudadano, analizando las diversas manifestaciones creativas que
se han producido a lo largo y ancho de este mundo: perfomances, resistencia creativa,
los usos de los cuerpos, la música y el silencio, pancartas individuales, los
objetos utilizados, el color y la política, el carnaval político, las campañas
ciudadanas, el crowdfunding, o las redes sociales.
Antoni G-R
concluye de la siguiente manera: “Es fundamental seguir pensando esta relación
de cara a los nuevos retos políticos y sociales del mundo. En un contexto
volátil y cambiante, en un marco de desencanto y desconfianza creciente con las
instituciones y la política, cada vez hay más urgencias que están buscando los
medios más efectivos para compartir sueños y peticiones que no pueden esperar
más tiempo. Internet, las nuevas tecnologías y las redes sociales actúan de
altavoz y argamasa social. El arte les da alma, sentido y contexto. El
activismo lo convierte en energía política” (p. 201).
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