Dice mi amigo
José Manuel Martínez Cano que: “El poeta plasma la atmósfera que le rodea”, yo
añadiría que eso también le pasa al poeta, al escritor, al sociólogo, al periodista…, pues todos
estamos rodeados de la sociedad y ella nos conforma de alguna manera, nos
impregna consciente o inconscientemente; al igual que todos respiramos oxígeno
sin que nos demos cuenta y sin él no podríamos vivir, pues así pasa con
cualquier manifestación cultural.
Traigo a
colación esta frase, debido a que la lectura de la última novela de Rosa
Villada Casaponsa: La mirada de Azul,
me ha transmitido cómo sus experiencias vitales las plasma a lo largo
de toda su narrativa, o al menos eso es lo que yo he percibido. Sus novelas
están escritas con sencillez y claridad, donde tras unas descripciones de lo
que acontece en su ficción nos va haciendo que nos paremos a reflexionar sobre
lo que está contando, la introspección se hace necesaria. Sus personajes buscan
en su interior el sentido de sus vidas (lo que ella ha hecho durante toda su
vida), lo que te lleva a que, en parte, tú también lo hagas. No es mero
entretenimiento, es vivir la escritura, no solo te conviertes en un actor más, sino que esas reflexiones y pensamientos los haces tuyos.
Cuando leo sus
escritos siempre me la he imaginado a mi lado, he sentido su presencia, como si
estuviera hablándome; es ella, me cuesta muchísimo desligar la novela de la
autora. Tal vez, por eso me encantan sus novelas. Eso en sociología le llamamos las consecuencias no intencionadas de la acción.
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