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martes, 8 de abril de 2014

Enfermos mentales que han cometido delitos, dudas sobre qué hacer con ellos.

Hace muchos años dirigí un Hospital Psiquiátrico y contribuí a la Reforma Psiquiátrica en nuestro país, abriendo las puertas de esas instituciones cerradas y creando una red comunitaria de salud mental. En muchas cosas acertamos, en otras erramos. De entre las que fallamos fue en qué hacer con los enfermos crónicos que no podían insertarse en la sociedad, sobre todo por su agresividad continua.
Hoy al leer la noticia de que en un proyecto de reforma de la justicia en España se contempla que un enfermo crónico especialmente agresivo que cometa delitos va a poder estar entre rejas (en un hospital psiquiátrico penitenciario) toda su vida si así lo decide un juez, en principio he dicho ¡qué barbaridad!, luego me he preguntado y quién es un juez para decidir si una persona está (o puede estar mañana) enferma o no, o por qué tiene que ser un psiquiatra, acaso la familia no tiene nada que decir, o por qué no puede ser una decisión colegiada entre todos los afectados. Luego me he acordado de un caso en el que tuve que intervenir para ver si se le daba la libertad a un enfermo mental que llevaba encerrado en un psiquiátrico penitenciario muchísimos más años de los que le correspondía por un delito que había cometido, la familia no quería recibirlo en casa, tenía pánico a sus actos violentos, el juez debía liberarlo del encierro, ya había cumplido con su falta, el centro sanitario adonde nos lo quería remitir no contaba con los medios para poder controlarlo, se podía ir cuando quisiera, los psiquiatras decían que ese no era un lugar para acogerlo, todos los trabajadores del centro tampoco estaban por recibirlo debido a su violencia. Entre todos decidimos internarlo y encerrarlo en una habitación con muchas medidas de seguridad (durante un tiempo estuvieron dos policías nacionales en la puerta del centro por si había problemas), se le puso medicación hasta lo insoportable, se le aisló de todo; más tarde se decidió enviarlo a una institución de salud mental privada religiosa que si se le pagaba un buen dinero estaba dispuesta a acogerlo, allí se le envió hasta que no pudieron con él y nos lo devolvieron. Más tarde se le hicieron una o dos lobotomías, ya no me acuerdo bien, su agresividad disminuyó, aunque no del todo. Creo que al final (yo dejé de trabajar en esa institución) se le envió a otra institución religiosa.
Todo esto me hace pensar en lo difícil que es tomar una decisión lo más justa para enfermos de este perfil, yo no sé qué es lo que hay que hacer, pero sí se que el primero que padece esa situación es el propio enfermo y la familia, luego todos los demás, y que la toma de decisiones debe ser colegiada, jamás personalizada ni en un juez, ni en un psiquiatra. Tal vez esté equivocado (una vez más), pero es lo que pienso.
 

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