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viernes, 8 de febrero de 2013

La docencia en la universidad, divino placer.


He iniciado las clases en la universidad, en la asignatura denominada Teoría Social II, correspondientes al segundo cuatrimestre. En estos dos primeros días he disertado y hemos hablado sobre la cultura desde la perspectiva sociológica y el proceso de socialización. Me gusta muchísimo dar clases, me encanta. Sobre todo cuando ves que lo que les estás contando lo comentan entre ellos, participan poco, pero lo hacen aunque sea tímidamente; observas como les interesa (o eso creo yo). Esos momentos donde ellos se sienten parte de la sociedad, donde asienten que son parte de su cultura, que ésta está hecha por todos nosotros, que van a poder conformarla, que con la socialización dan sus primeros pasos en la sociedad, que la socialización es parte de su “domesticación”… Es aquí donde me siento satisfecho, cuando considero que merece la pena el esfuerzo dedicado a la preparación de las clases, que no sólo transmites información, conocimiento, sino valores, normas, pensamientos, ideas… que puedes ayudarles a ser mejores personas, a entender mejor su sociedad, a ser críticos, a no ser sumisos, a cuestionar lo que no están de acuerdo… Donde ellos también me ayudan a entender aspectos en los que yo no había pensado, o me dan pistas para ver las cosas desde otra perspectiva...
Hoy me siento bien, mi rol de profesor me compensa los sinsabores de la burocracia universitaria, de los obstáculos que nos ponen los directivos de la institución y de las personas que deciden nuestra carrera profesional. Son los alumnos los que verdaderamente me animan a seguir.

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