Estoy realizando una estancia en
la Universidad de Coimbra (Portugal), invitado por el Centro de Estudios
Sociales. Éste es un centro de investigación en el que comparten espacios,
información, análisis, sueños e ilusiones un puñado de científicos sociales de
muchos lugares del mundo (Italia, Brasil, Francia, Canadá, España… Lo primero
que se detecta al llegar al centro es la amabilidad y la sonrisa de todo el
mundo con el que te vas encontrando por la biblioteca, los pasillos, los
despachos, la cafetería… Todo el mundo está inmerso en múltiples proyectos,
están esparcidos por todos los espacios posibles (despachos, salas, pasillos,
rincones, cafeterías), es un clima de trabajo continuo y distendido, con una
mezcla de idiomas irisado, se respira un aire de equipo, de responsabilidad, de
hacer bien las cosas, de inversión de futuro. Sin embargo, cuando profundizas
un poco ves que detrás de eso también hay tristeza, los proyectos cada vez son
menos, se cuenta con menos financiación, el futuro es más incierto, no se sabe
si merece la pena tanto esfuerzo.
Vemos como los presupuestos
destinados a la investigación, el desarrollo y la innovación se están
recortando año tras año, pero sobre todo son los dedicados a las ciencias
sociales los que están sufriendo aún más esos tijeretazos. Y eso es
principalmente porque los gobiernos, los gestores públicos no valoran los
análisis sociales, no entienden que los científicos sociales son los que mejor
conocen las sociedades y los que mejor pueden buscar soluciones a los problemas
actuales. No sé si algún día se valorarán en su justa medida los estudios
sociales, pero con científicos como los que estoy conociendo, que son
verdaderos titanes, el futuro es de lucha, no se van a rendir así como así.

Biblioteca General de la Universidad de Coimbra
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