Mi método personal de ver una
exposición de pintura es ir andando muy despacio, observando la obra desde
lejos; cuando algo me atrae me acerco dedicándole unos minutos. En la caminata
de disfrute de hoy he contemplado la obra de este pintor norteamericano, me ha
llamado la atención sobre todo de sus colores fuertes, en particular los azules
y los verdes, pero sin lugar a dudas el que más ha sido uno rojizo, cobrizo,
amarillo fuerte…, al que siempre lo he identificado con Hopper. Por supuesto,
sus juegos de luces y sombras, sus líneas geométricas tan exactas. Sin embargo,
lo que más me ha atraído, en lo que más me he entretenido, ha sido con primeras obras que hizo en sus estancias en París, qué maravilla; para mí, lo
mejor de la exposición, merece la pena ir a ver solamente esos
pocos cuadros por su fuerza, su energía, su ruptura con la pintura que hacía hasta
ese momento, su juventud. Es una lástima que a su vuelta a Estados Unidos se
dejara llevar por sus colegas que querían en ese momento resaltar la vida
norteamericana, al arte nacionalista lo considero castrante. Es mi opinión, seguramente no tiene validez artística, pero sí
percepción y sentimientos personales.

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