El imperativo social actual como
es la transparencia supone, entre otras cosas, una sobre-exposición de uno
mismo ante los demás, lo que conlleva a la existencia de un mayor control de la
sociedad (o de grupos de diversos intereses) sobre el individuo. Es el mismo
individuo quien se desnuda pornográficamente y al mismo tiempo se deja
controlar. Control y vigilancia totales, y los “medios sociales se equiparan
cada vez más a los panópticos digitales que vigilan y explotan de forma
despiadada. Cuando apenas acabamos de liberarnos del panóptico disciplinario,
nos adentramos en uno aún más eficiente” (Psicopolítica),
lo que redunda fundamentalmente en el grado de libertad; el individuo se cree
más libre, lo que es cuestionable pues la dominación no está a la vista.
A su vez, en aras de esa
transparencia tenemos a nuestra disposición una amplísima información y múltiples
redes de comunicación, lo que si en un primer momento podría hacer suponer una
mayor claridad que nos permitiera acercarnos más a la verdad, lo que hace es
que la oscuridad se hace más amplia, hay muchas dificultades para poder
desenredar la madeja. Todo se está convirtiendo en datos e información, conduciéndonos
a una especie de totalitarismo digital, a una esclavitud.
Democracia de espectadores es un término que emplea Han para
desenmascarar la falsa transparencia de los políticos corruptos, pues considera
que los ciudadanos se conforman con quejarse y que se visibilice a esos
políticos, pero apenas son activos, son meros espectadores. Hay más
transparencia, más visibilidad, pero apenas sea actúa para que ese tipo de
política desparezca.
Otro aspecto a analizar es el
afán de la positividad, todo tiene que ser maravilloso, lo que nos aleja de la
realidad, pues el sufrimiento, el dolor o la imposibilidad de alcanzar los
sueños o los objetivos individuales o colectivos son parte de esa misma
realidad, lo que puede frustrar o traumatizar. Si a esto le añadimos el
imperativo de la autenticidad, la de ser productivo, atractivo y de buena
condición física, el resultado es preocupante, el narcisismo patológico avanza
inexorablemente; por ejemplo, “La afición a los selfies no tiene mucho que ver con el sano amor a sí mismo: no es
otra cosa que la marcha en vacío de un yo narcisista que se ha quedado solo. En
vista del vacío interior uno trata en vano de producirse a sí mismo” (La
expulsión de lo distinto). En la sociedad actual no miramos, no hablamos,
no escuchamos, no pensamos en los otros, lo que se puede traducir en una expulsión
del otro.
Por último, según Byun-Chul Han,
nos encontramos con una sociedad del cansancio: “la sociedad de rendimiento y
actividad produce un cansancio y un agotamiento excesivos… son fruto de una “sobreabundancia”
de positividad. El exceso del aumento del rendimiento provoca el infarto del
alma” (La sociedad del cansancio).
Podría concluir que somos una
sociedad menos libre, más controlada, más esclava, más individualista, y que el
futuro es muy, pero que muy preocupante. Sin embargo, sigo “creyendo” que los
intelectuales de la Ilustración tenían razón cuando opinaban que, a través de
una concienciación de los ciudadanos de sus derechos y deberes, basada una
mejora de la educación, las sociedades serían más libres, iguales y solidarias.
Sigo siendo un idealista, los datos sociológicos en contra intento capearlos, confío en el género humano.
"concienciación de los ciudadanos de sus derechos y deberes" así viviríamos en armonía
ResponderEliminarOjalá esa utopía se cumpliera, las desigualdades disminuirían drásticamente y podríamos disfrutar de nuestro entorno.
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