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jueves, 11 de octubre de 2018

La belleza creada por los artistas vencerá siempre a los orangutanes facciosos. Un paseo por el Museo Lázaro Galdiano


Dice mi hijo Sergio que cuando no se encuentra bien se refugia en las viñetas de los cómics, yo me tiro a la calle en busca de las gentes y de la belleza,  a conversar y a admirar. El otoño no es una época que me resulte agradable, todo lo contrario, si además hay energúmenos que hacen saltar las negras alarmas, pues peor todavía. Esta semana empezó con fuerza la información de que la ultraderecha avanza inexorablemente por los cielos europeos, incluida España, y parece que arrecia por Brasil; si a ello le unimos a Trump, pues el panorama no es nada halagüeño para la inmensa mayoría de la humanidad. El martes me acosté con la noticia del avance de Bolsonaro en Brasil, soñé con ello y me desperté como si me hubieran dado un mazazo en la cabeza.
Como consecuencia de ello decidí aplicarme la terapia de placer y belleza, me fui con mi mujer a un museo madrileño, que llevábamos tiempo en querer visitar: Museo Lázaro Galdiano.  Impresionante lo que se puede uno encontrar en las cuatro plantas de ese palacete. Desde un jarro tartésico a unas joyas romanas, cuadros de: El Greco, Goya, El Bosco… ajuares, telares, etcétera. Fue un recorrido por las huellas de las variadas civilizaciones que han pasado por el territorio español, con esa fusión de culturas que han compuesto nuestra personalidad social, de mestizaje, pese a quien pese. Cómo se puede defender una única cultura, verdadera y mejor que las otras; cómo se puede estar tan ciego; cómo se puede ser tan inculto y tan bárbaro. El etnocentrismo de los brutos: lo mío, lo primero (America first, Brasil first, Deutschlnd first…). ¡Qué barbaridad!
Paseando entre tanta obra de arte, tesoros, maravillas y objetos diversos, de pronto te sorprendían unas obras contemporáneas (fotografías, dibujos, vídeos, escultura y otras artes), que eran parte de una exposición temporal, que rompían con el entorno, tan impactantes que no solo no pasaban desapercibidas, sino que te atraían como un imán por su viveza, fuerza y de las que te sentías parte de ellas.
Vamos, un día en el que las nubes se disolvieron, apareció el sol y vimos que sí se puede, que podemos seguir avanzando y luchando contra esos orangutanes terroristas que no tienen futuro.