Este texto lleva a cabo un
análisis de cómo ciertas actitudes y comportamientos de los políticos pueden ir
destruyendo la democracia poco a poco, e incluso abolirla; se centra en la
situación actual en Estados Unidos, si bien nos puede servir para extraer
algunos hechos que afectan a todas las democracias existentes, tal como es el
caso de España.
Parte de una premisa de que son
los partidos políticos los guardianes de la democracia y no los ciudadanos, cuestión
esta bastante cuestionable. No obstante, la actitud de los políticos, tal como
se expresaba Linz: “pueden apuntalar la democracia o hacerla tambalearse”.
Los autores de este ensayo
sostienen que los partidos prodemocráticos deben evitar toda alianza con
partidos y candidatos antidemocráticos, pues ello puede poner en riesgo la
democracia, lo que hay que anteponer a la pérdida de unas elecciones. Es decir,
hay que tener muchísimo cuidado con quién se pacta o se alía, pues ciertos
comportamientos autoritarios como son: el rechazo de las reglas democráticas
del juego, la negación de la legitimidad de los adversarios políticos, la
tolerancia o fomento de la violencia y la predisposición a restringir las
libertades civiles de la oposición (incluyendo los medios de comunicación),
pueden afectar a la supervivencia de los sistemas democráticos.
Para evitar esa situación
consideran que son completamente necesarios unos árbitros neutrales, entre los
que destacan el sistema judicial, los organismos que velan por el cumplimiento
de la ley, los servicios de inteligencia, las agencias tributarias y los
organismos reguladores. Si estos árbitros están controlados por el Gobierno la
democracia puede peligrar. A lo que habría que añadir, la necesidad de un
equilibrio entre el Gobierno, el poder ejecutivo y el poder judicial. Nada
nuevo bajo el sol, pero es fundamental el recordar la conveniencia de ello para
evitar el deterioro de la democracia y el surgimiento de autócratas.
Su propuesta para que ello no
suceda, para que la democracia funcione adecuadamente es conveniente respetar
dos reglas: la tolerancia mutua y la contención institucional. La tolerancia
mutua “implica que reconocer nuestros rivales políticos son ciudadanos
decentes, patrióticos y que cumplen la ley, que aman el país y respetan la
Constitución tanto como nosotros mismos”. En cuanto a la contención
institucional, es necesario que los árbitros sean neutrales, manteniendo su
independencia, para la existencia de una democracia sólida.
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