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viernes, 27 de abril de 2018

Izquierdas y derechas ideológicas, claro que hay diferencias


A lo largo de la historia de la humanidad siempre ha habido diferencias sobre cómo abordar la vida en común, los sentimientos egoístas han convivido con los de solidaridad y de apoyo mutuo, triunfando los segundos, pues sino no estaríamos ahora donde nos encontramos. La dicotomía entre que el hombre es bueno por naturaleza (Rousseau) y el hombre es el lobo del hombre (Hobbes), ha sido un discurso que llevamos ya unos siglos escuchando y debatiendo, en unos momentos la historia se inclina hacia un lado o hacia el otro. Es a partir de la Revolución Francesa cuando se empieza a distinguir entre izquierda y derecha, lo que en un principio fue una simple cuestión de emplazamiento, con el tiempo ha supuesto una diferencia de valores entre unos y otros.
Acabo de terminar de leer tres textos excelentes: Derecha e izquierda, de Norberto Bobbio (1995); La ideología y la práctica. La diferencia de valores entre izquierda y derecha, de Francisco Herreros (2011); y, Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía (1968-2018), de Joaquín Estefanía (2018). En ellos podremos encontrar los valores que definen a las izquierdas de las derechas, que lo hay, a pesar de que algunos quieren hacernos creer que ya no hay ideologías, que dan igual unos que otros o que el mundo deber ser dirigido por los que tienen mayor talento, ya que la naturaleza y la sociedad los ha preparado para ello. Pues no, me niego a seguir ese discurso, que por cierto es de derechas.
Las personas de izquierdas defienden una sociedad más igual y solidaria, siendo su mayor ideal la libertad; se preocupan del bien común, de los que menos tienen, intentan construir un mundo en paz y, últimamente, cuestionan el crecimiento económico insostenible en el que habitamos propugnando unas políticas defensoras del medio ambiente. Otra cuestión son los partidos que llaman de izquierdas, donde puede haber muchas políticas que no tengan en cuenta esos valores, o individuos que no los contemplen en sus comportamientos, velando solo por sus intereses.
Las personas de derechas también tienen sus valores, tales como la libertad, pero entendida como que una persona ha de ser libre sin ser obstaculizada por otros individuos, considerando al Estado como su principal enemigo, sobre todo quieren ser libres, no tener ataduras, en el mercado económico. Consideran que la desigualdad es innata al género humano, que hay una selección natural que nos hace desiguales y que los mejores son los que ocupan los altos puestos del poder. Se postulan a favor de las tradiciones, en contra de los cambios, principalmente en lo que afecta a la propiedad privada.
En las revoluciones del último medio siglo, Estefanía da luz a estos valores, tanto los de derechas, como los de izquierdas. Donde unas veces la balanza se inclina hacia un lado, otras hacia el otro. En estos momentos de globalización las derechas van avanzado destruyendo todo lo construido en los dos últimos siglos, siempre han estado al acecho, son incansables, tienen muchísimos medios y controlan las instituciones más poderosas.
Sin embargo, cuando parece que está todo perdido, aparecen los valores de las izquierdas. Estos días estamos asistiendo a ello con las personas mayores reclamando unas pensiones justas, basadas en la solidaridad intergeneracional; las mujeres han dicho basta ya a los valores patriarcales y violentos contra ellas; en los parlamentos políticos hay alternativas a los partidos políticos clásicos; en las universidades se empiezan a sacudir las alfombras; o, periodistas jóvenes sacan a la luz informaciones que desvelan la corrupción de los políticos, los empresarios, los catedráticos o los jueces.
Vuelvo a sentir que por mis venas corre sangre roja, soy de izquierdas. Claro que sí.

domingo, 1 de abril de 2018

Ruta celta-jacobea: puentes de comunicacion y luchas para resolver conflictos (III)

La ruta de este año (Desde EL Burgo de Ranero hasta Astorga) ha sido por lugares totalmente agrícolas, con muy poca población, con unas casas muy sencillas y gentes muy acogedoras y amables; cada día me gusta más la gente de los pueblos, con su sonrisa, su simpatía o su tranquilidad en la vida cotidiana. Los informativos sobre el tiempo nos decían que iba a haber lluvia y nieve, sin embargo al final no han acertado, hemos podido disfrutar de unos días de paseo por la naturaleza y de las urbes por donde hemos pasado; eso sí, con frío y viento. Las estribaciones de la Cordillera Cantábrica estaban preciosas, completamente nevada; los ríos y arroyos estaban plenos de agua; el páramo se encontraba desnudo, sus pocos arboles sin hojas, pelados, pero ya con sus frutos, el verde primaveral empieza a asomar en estas tierras.

Ha habido dos cuestiones que me han hecho reflexionar: los grandes puentes medievales y la lucha leonesa. Hemos atravesado dos enormes, uno en Puente de Villarente y otro en Puente de Órbigo, el primero con 20 ojos, el segundo con 19 vanos. Obras que nos hablan del esfuerzo de los individuos para poder facilitar su paso a otras comunidades, favoreciendo así la comunicación con otros pueblos, otros vecinos. La humanidad siempre ha tenido la necesidad de establecer relaciones con otras personas, somos sociables por naturaleza, lo llevamos en nuestros genes. Si hiciéramos más puentes entre las personas para entendernos seguro que no habría tantos conflictos, como los que hay en estos momentos en el mundo.

La lucha leonesa es entre dos hombres con una tela que les rodea la cintura y el objetivo final es que uno tumbe al otro, parece que sus antecedentes tienen que ver con la fórmula para solucionar conflictos entre los pueblos por límites de terreno u otros aspectos. Ello me ha hecho pensar que ya que el “proces” no acaba de solucionarse con puentes de diálogo, esta podría ser una buena forma, que hubiera una lucha leonesa entre Rajoy y Puigdemont, a ver si así salíamos de este esperpento “nacionalista”. O bien, como dirimían por aquí los caballeros sus lances, a caballo y con lanza. Me he imaginado a esos dos políticos en lucha leonesa y a caballo con lanza en ristre. El lugar podría ser debajo del puente que se erige en el Puente de Órbigo, el espectáculo podría durar varios días o ser retransmitido por las redes sociales.

Como no podía ser de otra manera, he disfrutado de la gastronomía local, especialmente de la cecina, el cocido maragato y el chocolate de Astorga. Delicioso.

La lectura escogida este año ha sido: Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía (1968-2018), de Joaquín Estefanía. Me está pareciendo muy interesante, soy actor (activo/pasivo) y sufridor de esos años de revolución. Qué efímero que es todo y algunos se creen que van a pasar a la historia, ay qué gracia, qué risa me da.