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jueves, 12 de noviembre de 2020

De la violencia institucional, social e individual: Clara Valverde y Olga Rodríguez



Hace unos días he finalizado la lectura de dos textos: Clara Valverde (2015), De la necropolítica neoliberal a la empatía radical. Violencia discreta, cuerpos excluidos y repolitización; y, Olga Rodriguez (2016), El hombre mojado no teme la lluvia. Voces de Oriente Medio. Son análisis actuales sobre el mundo que nos rodea, se aproximan de una forma muy rigurosa a la comprensión de la realidad social; que desde perspectivas diferentes -una activista social y una periodista- abordan el conflicto y la violencia (simbólica y física) en las sociedades actuales, en las instituciones y en los individuos. Sus conclusiones nos advierten de la decadencia de las sociedades, en general, y de las instituciones políticas, en particular.

Clara Valverde incide en el aumento de las desigualdades sociales, las cuales llevan consigo, cada vez más, a la exclusión social de una gran parte de la población: “Se mueren las personas dependientes sin recibir la ayuda económica que se les había concedido para que alguien cuidara de ellas. La salud de los pacientes empeora drásticamente mientras están en listas de espera que crecen en vez de reducirse”; ejemplos, que ponen sobre la mesa el ocaso del Estado del Bienestar y la barbarie del capitalismo neoliberal. Añadiendo a esa exclusión la victimización de esos colectivos: “algo habrán hecho” para haber llegado a esa situación. “Violencia que se esconde en formas difíciles de identificar como violencia, tales como: la tolerancia, la despolitización, el uso del lenguaje, el relativizar, el individualizar y el manipular la historia”. E incluso, el poder neoliberal llega a conseguir que esos individuos se crean libres. Es decir, la necropolítica neoliberal lleva consigo el aumento de las desigualdades sociales, la exclusión social, la victimización de esos individuos y el creer que se encuentran en libertad.

La periodista Olga Rodríguez pone el acento en la violencia que se da en los países del Oriente Medio. Es desgarrador como narra la vida de diferentes personas que viven en esos territorios, que han sufrido y siguen padeciendo los avatares de una política neocolonialista, centrada en el control geoestratégico de la zona y el aprovechamiento, sobre todo, de los recursos energéticos. El título de su libro: El hombre mojado no teme la lluvia, basado en una expresión de uno de los entrevistados, nos hace visible la situación personal y social por la que están pasando una numerosísima parte de la población de esos países. Gentes que llevan más de un siglo de violencia por parte de los poderes políticos y los conflictos bélicos que han asolado esa región, destrozando las vidas de los individuos, de sus familias y de sus sociedades. Las organizaciones internacionales han estado presentes desde el principio, han intentado lograr la pacificación de ese territorio, pero apenas dan un paso adelante, ya retroceden más de lo adelantado. La violencia es tan brutal, que apenas tienen nada, les falta absolutamente de todo, eso les hace no temer nada y ante nadie.

El panorama mundial es muy desolador, las posibilidades de encauzar medidas que acaben con esas situaciones y construir un nuevo mundo donde se considere a todas las personas como necesarias es más un sueño, un ideal, que una posibilidad real. Ambas autoras creen en esa probabilidad, pues el mundo ha avanzado siempre en situaciones de crisis.