Una vez más he pasado unos días de descanso en Navarra, esta
vez en la Navarra Media. Siempre que he estado en ese territorio me he sentido
muy bien, me parece un lugar idílico, de paz y sosiego. He escogido como lugar
de partida la población de Puente la Reina. Por sus calles medievales siguen
pasando los que realizan el Camino de Santiago, pues aquí se juntan el camino
aragonés y el francés; sentarse en alguna de sus terrazas y ver pasar el
mosaico de personajes te traslada a tiempos pasados donde las gentes ya seguían
esta senda para ir al fin del mundo (finisterra). Los motivos para hacer el
camino son múltiples y variados, al igual que las gentes que lo hacen; lo mismo
te encuentras a una alemana, que lo ha hecho ya tres veces por la admiración
que tiene a los paisajes abiertos, que a unos jóvenes japoneses a los que les
gusta la cerveza española y los toros.
En esta ocasión el recorrido ha ido desde la ciudad romana y
medieval de Andelos a la ciudad de Estella, pasando por la fortaleza-templo de
Artajona, la siempre atractiva Pamplona (Iruña) y el pueblecito de Alzuza.
Pasear por esas calles romanas y medievales, admirando el paso de las
diferentes culturas que han ocupado y vivido esos espacios es un placer
inmenso. El conocimiento, las tecnologías, los valores, las creencias, los
estilos de vida, los comportamientos sociales, las desigualdades, los poderes
reales… se muestran constantemente; cuanto hemos avanzado y que poco lo hemos
hecho, son mis pensamientos mutantes.
En Estella pasamos de la visita al templo cisterciense San
Pedro de la Rúa, con su magnífico claustro, al museo carlista y al Palacio de
los Reyes de Navarra. A este último accedimos para ver la muestra pictórica
costumbrista de Gustavo de Maeztu, lo que nos permitió comparar su obra con la
de Picasso, pero sobre todo vibrar con la fuerza de su pintura, tanto por el
dibujo como por los colores empleados, así como conocer que su hermana María
fue pionera del feminismo en España.
Otro de los lugares descubiertos en esta semana veraniega ha
sido el museo de Jorge Oteiza. Otro inusitado placer, ya que allí logras
conocer con más profundidad y rigurosidad su obra plástica y su personalidad.
La búsqueda de lo oculto, de lo espiritual, fue el sentido de su vida
profesional y personal; el abandono de la escultura y su introspección personal
a través de la poesía ha sido un gran descubrimiento para mí.
Ya de vuelta a Toledo paramos en Burgos en el museo de la Evolución
humana, allí cerramos el círculo de la vida con la mirada en la cultura más
ancestral que se conoce al día de hoy, así como la vista puesta en que al final
no somos más que células, genes o cromosomas jugando al azar.
P.D. Todo esto no hubiera sido igual sin la presencia de mi compañera Marta, con la que comparto mi vida.
Tendrías que haberte pasado por Elizondo, te habría gustado
ResponderEliminarHe estado en otras ocasiones por esa zona, que por cierto es la que más me atrae de Navarra.
Eliminar