El mejor tratamiento ante el
conflicto social o personal es una dosis ajustada de arte. El arte hay que
tomarlo de manera cotidiana en pequeñas dosis, pero hay momentos en que ante un
proceso agudo hay que inocularse una dosis más alta. Pues eso es lo que he
hecho este fin de semana, me encontraba agotado por la cantidad de trabajo que
se me ha acumulado en los dos últimos meses y estaba cansadísimo de tanta información
política donde se refleja el triunfo del individualismo más reaccionario que ha
tenido la humanidad.
En esas estaba
cuando decidí un tratamiento rápido de arte y me fui a ver un espectáculo de
danza contemporánea japonesa en el Teatro Central de Sevilla. Desde el primer
momento la luz y el sonido toman el protagonismo de la coreografía; con un ímpetu
rapidísimo las luces y las sombras unidas a un ruido ensordecedor te van
introduciendo en un mundo de caos y armonía. Un sonido atroz, ensordecedor, con
una luces intermitentes te trasladan a momentos de tu vida en el que deseas que
se pare el mundo, que te quieres apear. Pero cuando parece que la intensidad es
insoportable aparece la calma con una música apaciguadora, relajante y
armoniosa, fusionada con unos danzantes que parecían no tener esqueleto, sus
movimientos eran suaves, sensuales, con una gran flexibilidad.
Caos y orden, como
la vida misma, forman parte la humanidad desde los principios, tan necesarios
uno y el otro. Tras el caos siempre hay algo de luz, la vida siempre tiene un
resquicio de luz para comenzar de nuevo el orden, la paz. Incluso hay un
momento en que el caos puede ser atractivo y placentero.
Un juego de
luces, sombras y sonido con el que juegan de una manera seductora y mágica. Una
danza que se presenta infinita, podrían estar siempre en movimiento hasta el
fin del mundo, para poder volver a empezar una nueva vida.
Tal vez
estemos en nuestro planeta en un momento de caos, tal vez tengamos la sensación
de que nuestro mundo se esté rompiendo día tras día, tal vez el desorden
actual, el incremento de las desigualdades nos hagan estar temerosos ante lo
que se nos viene encima, tal vez… Sin embargo, tal como se puede deducir del espectáculo,
tras el caos siempre habrá alguna lucecita con la que iniciar otra etapa vital.
(P.D.: Hay
vida después de Rajoy y Trump, jajaja)
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