Me seducen los libros que
cuestionan los discursos mayoritariamente aceptados por la sociedad, cuando
encuentro uno de ellos disfruto con su lectura, aunque luego no esté de acuerdo
con sus afirmaciones, deducciones o conclusiones. En esta ocasión ha sido la
socióloga británica Catherine Hakim, con su texto El capital erótico. El poder de fascinar a los demás. Aunque se
publicó en el año 2011 sigue siendo editado en todo el mundo y cuestionado por
muchos colectivos, sobre todo por las feministas.
Tras su lectura destaco
principalmente dos cuestiones: sus conceptos de capital erótico y de déficit
sexual masculino. Para explicar el primero de ellos
parte de la teoría de Bourdieu sobre la existencia de tres capitales que
determinan a los individuos: el económico, el cultural y el social; Hakim añade
el de capital erótico. Entendiendo este como la unión de la belleza, el
atractivo sexual, la vitalidad, el saber vestirse bien, el encanto, el don de
gentes y la competencia sexual; “El
capital erótico, en definitiva, es una combinación de elementos estéticos,
visuales, físicos, sociales y sexuales que resultan atractivos para otros
miembros de la sociedad, especialmente los del sexo opuesto, en todos los contextos
sociales”. En su análisis considera que a mayor capital erótico es
más fácil encontrar trabajo, pareja, amistades o ganar más dinero; si una
persona, ya sea mujer u hombre, es alta, bella, atractiva y con don de gentes
la vida le va a ser mucho más fácil que si no tiene esas características.
El otro concepto clave en el
texto es el del déficit sexual masculino, que, a su parecer, es universal: “En general, los hombres quieren mucho más
sexo del que reciben, a todas las edades. Dado que las mujeres manifiestan
niveles mucho más bajos de deseo sexual, así como de actividad, los hombres se
pasan casi toda la vida sexualmente frustrados, en grado variable”.
Lo que estima, no como un estereotipo o un prejuicio, sino como un hecho.
Partiendo de estos dos conceptos
Catherine Hakim opina que las mujeres deben aprovecharse de su capital erótico
y del déficit sexual masculino como elementos de poder femenino.
Otras cuestiones planteadas son
la legalización de la prostitución, la reticencia de las personas para hablar
de sexo en público, la necesidad de equilibrar el déficit sexual masculino con
el comercio sexual, la moralidad sexual de las religiones, etc.
A mí me ha parecido muy
interesante su lectura, que la he ampliado con un artículo de Isabel Menéndez
Menéndez: “Alianzas conceptuales entre patriarcado y postfeminismo: a propósito
del capital erótico”, publicado en la
revista Clepsydra, que se puede acceder a él en internet, y en el cual
cuestiona las teorías de la socióloga británica.
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