(De las últimas veces que estuvimos juntos los tres)
Conforme pasan los años uno se va
haciendo, en general, más tolerante, es más capaz de escuchar al otro, al
diferente, al de la ideología contraria, al opuesto… uno se encuentra más
receptivo, más abierto a los demás, o por lo menos esto es lo que me pasa a mí.
He tenido varios maestros que me han enseñado a ser más tolerante y bondadoso,
empezando por mis progenitores, siguiendo con mis hijos y terminando con mis
amigos.
He tenido la gran suerte de
contar con amigos y amigas que me han hecho mejor persona (aunque aún me queda
mucho para alcanzarlos), entre ellos hay dos hombres que en los últimos años me
han servido como ejemplo de ello: mis amigos Felipe Centelles Bolós y Timoteo
Martínez Aguado. El primero se me fue hace casi seis años ya, el otro se me fue
ayer.
A Timoteo me lo presentó
Felipe, han sido muy pocos años, muy poco tiempo el que he podido compartir con
él, pero pese a ello he podido disfrutar de su compañía, su cariño, pero sobre
todo de su bondad y tolerancia. Ha sido de las pocas personas que en su día a
día transmitía una gran tolerancia hacia todos, aunque especialmente a los que
pensaban distinto a él, era capaz de valorar a los demás sin tener en cuenta su
ideología, sus creencias, su status social o económico. No compartíamos ideología,
ni creencias, ni status profesional… pero nos apreciábamos, nos respetábamos,
nos queríamos. Una de las pocas personas que he conocido que no creyó que el hecho de ser inteligente y catedrático le hacía superior a los demás, todo lo contrario.
Se me ha ido otro gran amigo,
pero a este también lo llevaré conmigo, como llevo a mis padres y otros seres
queridos. Donde esté, seguro que contribuirá a que todo vaya mejor.
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