Hace años que
sigo al sociólogo polaco Zygmunt Bauman, no sólo a través de sus libros, sino
también en los periódicos, en sus conferencias multitudinarias o en las redes
sociales; algunos de mis alumnos leen y analizan sus textos, que luego exponen
y debaten en clase con sus compañeros. Y aunque algunas de sus ideas son
reiterativas sigue interesándome su pensamiento y análisis de la realidad
social. El último libro que he leído ha sido el editado por Paidós en 2014: ¿Para qué sirve realmente…? Un sociólogo.
En esta obra
(son conversaciones con otros dos colegas) sigue llamando la atención su
lucidez mental, cómo sigue con los mismos intereses que tenía en su juventud,
es decir, continua siendo crítico y preocupado por las realidades de la
sociedad y, sobre todo, su ejemplaridad personal y profesional.A lo largo del
texto responde a cuatro cuestiones: ¿Qué es la sociología?, ¿Por qué ser
sociólogo?, ¿Cómo hacer sociología? y ¿Qué puede conseguir la sociología?, con
propuestas dirigidas a los que se inician en el mundo de la sociología y a los
que ejercen de sociólogos. Para los primeros porque les introduce en los quehaceres
de esta disciplina social y para los segundos porque les cuestiona o reafirma
en su labor.
Considera que
la sociología sigue teniendo un papel muy importante a la hora de indagar en
las vidas de las mujeres y los hombres, teniendo en cuenta su contexto
histórico y sus experiencias vitales. Los sociólogos deben tener una actitud
crítica en la comprensión o explicación de las condiciones sociales en las que
viven las personas, poniendo el acento en que la sociedad es cambiante, el
análisis sociológico debe tener muy presente el cambio social y sus
consecuencias, así como que la reinterpretación de lo conocido debe ser continua.
Otros aspectos
que él estima fundamentales para la sociología son: la función emancipadora de
esta ciencia, la participación de los ciudadanos en la elaboración del discurso
sociológico, la búsqueda de espacios para el debate con la sociedad civil, el
papel de la sociología en la política, el peligro de la “servidumbre
voluntaria” o el “quietismo” de las gentes, la deconstrucción de la percepción
de la realidad social, el diálogo permanente con los ciudadanos, la búsqueda de
soluciones para los problemas que tienen las mujeres y los hombres de hoy, el
compromiso que tienen los profesionales con la sociedad de la que forman parte
o la preocupante separación entre poder y política.
A mi modo de
ver, su planteamiento sigue siendo el materialismo histórico y dialéctico, tan
vigente hoy en día como hace dos siglos. Llama a la movilización de los
profesionales de la sociología a que no se queden en la academia, sino que
salgan a la calle a hablar con los ciudadanos, que los oigan, que tomen en
consideración sus opiniones, sus necesidades, sus respuestas antes los
problemas que tienen, pues la sociedad actual está en un proceso de cambio
profundo, en el que todas las personas tienen que participar en la construcción
de esa nueva realidad social. Señala como meta de la sociología el convertirse
en una ciencia y tecnología de la libertad, debe ser una política cultural al
servicio de la libertad.
Para
finalizar, destacaría la siguiente frase: Pero
si la sociología quiere ser relevante, entonces debe abrirse a la gente y
empezar a pensar como se hacía cuando yo era estudiante: estamos aquí para
recoger evidencias y emprender un diálogo continuo con la experiencia, e
intentar ayudar a la gente en su lucha contra la doble paga de la ignorancia y
la impotencia (pág. 76).
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