Los días de frío invernal me llevan
a encerrarme en casa, aprovecho para leer gran parte de los libros y revistas
que tengo en lista de espera. Los dos últimos textos que he leído son el libro
de viajes de Javier Reverte, Un otoño
romano, y la revista literaria Barcarola,
un dossier dedicado a Albert Camus. Si con el primero he vuelto a la ciudad de
Roma, a pasear de la mano de Reverte por sus calles, sus restaurantes, sus
olores, sus colores, sus iglesias, sus museos, sus obras de arte; con Camus he
viajado a Argelia, a España y a París.
El texto de Javier Reverte, como
casi todos los suyos, es una manera de conocer esos lugares con todos los
sentidos, te dan ganas de salir corriendo, de irte cuanto antes a vivirlos. Lo
he hecho soñando y consultando todas las sugerencias del autor en internet. Me
he prometido hacer una estancia de varios días para seguir sus pasos, además de
dejarme llevar por los míos. La revista Barcarola me ha
servido para conocer muchos más aspectos de Camus, sobre todo los referentes a
su amor hacia los libertarios españoles y sus obras teatrales.
Pero sobre todo estas dos obras
me han hecho pensar en lo efímero de la vida, lo absurdo de las preocupaciones diarias
que nos tienen atenazados, discutiendo sobre cuestiones nimias y superficiales,
con una incertidumbre continua. Pasan los años, los siglos y los humanos
seguimos haciendo lo mismo, dejándonos llevar por las miserias, por el poder,
por la estupidez.
De esas lecturas me quedo con los
placeres de viajar y pensar, pero sobre todo con el propósito de tener más en
cuenta para mi vida tres propuestas de Camus: rebeldía, libertad y pasión.
Cuestiones que, por otra parte, siempre han estado conmigo en mi largo caminar.
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