Hace años el director de un museo al enterarse de que en un
traslado se había deteriorado una pieza ibérica se puso enfermo y a los pocos
días falleció, su corazón –su alma- no pudo soportarlo. Hoy ese hecho he podido
comprenderlo mejor al enterarme que los fundamentalistas libios están
destrozando parte de las estatuas romanas que existen en Leptis Magna. En un
primer momento al conocer la noticia he sentido que algo se rompía en mi
interior, pero al rato después de haber sido informado por un testigo libio de
la cruenta guerra que se sigue librando en Libia, de los millares de personas
muertas, no he podido menos que sentir, una vez más, una gran desazón, una gran
tristeza por ese pueblo que ha caído en desgracia. Todas las guerras son
brutales, pero las que se dan entre hermanos mucho más, dan ganas de irse a la
selva con nuestros antepasados.
¡Qué bárbara es la especie humana!, y nosotros preocupados
con tantas estupideces.
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