Hace ya casi un siglo que Talcott
Parsons analizó desde la perspectiva sociológica funcionalista la relación
entre los médicos y los pacientes. Partía de que a los enfermos se les podía
denominar desviados, pues su enfermedad les impedía realizar sus funciones
necesarias para el funcionamiento de la sociedad, el papel del médico era el de
restablecer cuanto antes la salud de esos individuos para que se reincorporaran
lo antes posible a cumplir con las funciones que la sociedad le había
encomendado. Es decir, la institucionalización de la medicina suponía por una
parte un control social de los ciudadanos y por otra otorgarle a los médicos un
poder sobre los enfermos. El poder de esos profesionales no sólo estaba
garantizado por diversas instituciones (políticas, médicas, ), sino también por su autoridad –autoritas-, basada en sus conocimientos
y aptitudes; ello le hacía situarse por encima de la mayoría de los mortales
ejerciendo un liderazgo en muchas ocasiones carismático. En el desarrollo de la
medicina a lo largo de todo el siglo XX estas relaciones entre médicos y pacientes
han variado hacia un mayor control social por parte de la institución médica,
Foucault sostiene que la medicina es un poderoso medio de disciplina y control
social.
También es cierto que en los
últimos años los profesionales médicos han perdido parte de su autoridad y
liderazgo, si bien continúan ejerciendo el control social, siguen decidiendo
cuando uno está sano o enfermo.
La incorporación de las nuevas
tecnologías de la información y de la comunicación en la medicina ha supuesto
dotarles de nuevas herramientas para hacer diagnósticos más acertados mejorando
así la salud de los pacientes, pero también ha servido para seguir imponiendo
su autoridad, liderazgo y control social. Sin embargo, aquí quiero resaltar cómo
la incorporación del ordenador en las consultas médicas ha derivado en una
nueva barrera entre los dos actores (médico-enfermo). Se da la paradoja de que
una de las aportaciones de las nuevas tecnologías es mejorar la información y
la comunicación, y lo que se consigue en muchísimos casos es la existencia de
una mayor incomunicación, pero eso sí la imagen que se quiere transmitir es de
profesionalidad y poder.
Esta reflexión se debe a lo que
aconteció hace unos días a mi amigo Jesús Casado en una consulta médica en
Sevilla, cuya narración interesantísima podéis leerla en su blog personal: http://jcasador.blogspot.com.es/2013/11/estres-no-sabe.html
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