Los patios de Córdoba han sido recientemente declarados
Patrimonio Cultural Inmaterial, lo que ha servido para que muchas personas nos
acerquemos a admirarlos, sobre todo a deleitarnos de su gran belleza
arquitectónica, de jardinería y floral. Lástima que seamos tantas las
personas que nos hemos acercado a visitarlos, pues apenas podemos disfrutarlos
en su parte material, y tenemos que hacer un gran esfuerzo para valorar lo
inmaterial. Es posteriormente, cuando vas paseando por la ciudad en la búsqueda
de un nuevo patio, o bien cuando regresas a tu hogar, el momento en que puedes
imaginar el lugar social y emotivo que han cumplido a través de los siglos esos
espacios en las viviendas de los cordobeses; lo que se habrá bailado, llorado,
reído, comido, bebido, soñado…, los enamoramientos, los desenamoramientos, las
discusiones, los acuerdos, los desacuerdos… cuántas cosas habrán sucedido entre
esas flores, esas plantas, esas macetas, esos ruidos del agua… Esos espacios
donde hay lugar para las relaciones humanas entre una naturaleza controlada se
van perdiendo, en las urbes cada día hay menos espacio para ninguna de esas dos
cosas, nuestras emociones las canalizamos de otra manera más deshumanizada, qué
pena.
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