Dice mi hijo Sergio que cuando no
se encuentra bien se refugia en las viñetas de los cómics, yo me tiro a la
calle en busca de las gentes y de la belleza,
a conversar y a admirar. El otoño no es una época que me resulte
agradable, todo lo contrario, si además hay energúmenos que hacen saltar las negras
alarmas, pues peor todavía. Esta semana empezó con fuerza la información de que
la ultraderecha avanza inexorablemente por los cielos europeos, incluida
España, y parece que arrecia por Brasil; si a ello le unimos a Trump, pues el
panorama no es nada halagüeño para la inmensa mayoría de la humanidad. El martes
me acosté con la noticia del avance de Bolsonaro en Brasil, soñé con ello y me
desperté como si me hubieran dado un mazazo en la cabeza.
Como consecuencia de ello decidí
aplicarme la terapia de placer y belleza, me fui con mi mujer a un museo madrileño,
que llevábamos tiempo en querer visitar: Museo Lázaro Galdiano. Impresionante lo que se puede uno encontrar en
las cuatro plantas de ese palacete. Desde un jarro tartésico a unas joyas
romanas, cuadros de: El Greco, Goya, El Bosco… ajuares, telares, etcétera. Fue
un recorrido por las huellas de las variadas civilizaciones que han pasado por
el territorio español, con esa fusión de culturas que han compuesto nuestra
personalidad social, de mestizaje, pese a quien pese. Cómo se puede defender
una única cultura, verdadera y mejor que las otras; cómo se puede estar tan ciego;
cómo se puede ser tan inculto y tan bárbaro. El etnocentrismo de los brutos: lo
mío, lo primero (America first, Brasil first, Deutschlnd first…). ¡Qué
barbaridad!
Paseando entre tanta obra de
arte, tesoros, maravillas y objetos diversos, de pronto te sorprendían unas
obras contemporáneas (fotografías, dibujos, vídeos, escultura y otras artes),
que eran parte de una exposición temporal, que rompían con el entorno, tan
impactantes que no solo no pasaban desapercibidas, sino que te atraían como un
imán por su viveza, fuerza y de las que te sentías parte de ellas.
Vamos, un día en el que las nubes
se disolvieron, apareció el sol y vimos que sí se puede, que podemos seguir
avanzando y luchando contra esos orangutanes terroristas que no tienen futuro.
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