La etapa de la niñez suele ser (o
debería ser para todos) un tiempo hermoso, como el que nos describe Pedro Pablo
Novillo en su novela: El tiempo hermoso
(2017). Para mí también lo fue, comparto con el autor casi los mismos años, nací
en el 54, el mismo signo zodiacal, la ideología progresista y la cultura que
nos impusieron (las culturas se imponen casi siempre, es el proceso de
socialización en cualquier sociedad).
Presentó el libro mi amigo
Antonio Illán en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, en Toledo, acto al que
asistí, gozando de una presentación entretenida, la mejor que he escuchado
hasta el día de hoy, donde analizó tanto al autor como a su obra, no
describiendo la obra, sino llevando a cabo un análisis introspectivo,
filosófico, sociológico, político y, por supuesto, literario muy interesante.
La lectura del texto es muy
amena, rápida, divertida, donde nos hace mirar allá por los años cincuenta y
sesenta en esa España rural (rural era toda España, aunque viviésemos en
capitales de provincia), tan oscura, tan sombría, pero a la vez tan hermosa
para muchos de los niños que nos tocó vivir esa sociedad. Una mirada profunda
que nos hace revivir los usos y costumbres, con sus juegos, sus ferias, su
música o sus escuelas.
Relata multitud de anécdotas o
recuerdos de una cultura material: la bicicleta, la radio, la ropa, los
muebles, la cocina…, y también de la cultura inmaterial: los valores, las
creencias, las ideologías, las normas. Todo ello me ha hecho soñar, reír,
recordar viejos u olvidados olores, sabores, sentimientos. En definitiva, he
vivido aquellos años, que para mí fueron muy hermosos. Lo negativo, tal como el
autor dice en algún momento, lo he olvidado o no lo quiero recordar ahora.