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domingo, 16 de abril de 2017

Ruta celta-jacobea: (des)población y territorio (II)




Desde Burgos a León siguiendo la ruta del camino francés nos encontramos con un territorio de amplios horizontes, pueblos pequeños muy humildes, gentes trabajadoras y mucha historia milenaria.
 
Una de las características principales de esos pueblos es la enorme despoblación y el envejecimiento de la misma, su futuro no es incierto, al contrario, se puede predecir que en unos pocos años van a estar totalmente despoblados. Tal vez se podrán salvar los más próximos a las capitales de provincia, como lugares de segunda residencia o alejamiento de lo estrictamente urbano. Su economía basada principalmente en la agricultura y en el intento de un turismo jacobeo les da para sobrevivir a duras penas.
 
El paso y el peso de los tiempos va destruyendo, va desguazando, sus casas, sus templos, sus calles, sus maquinarias; la muerte está presente a lo largo de todo el camino, es una parte muy importante en su historia: hospitales para pobres, las epidemias mortíferas, los cristos sangrantes, las gárgolas diabólicas y diablescas, los cementerios pegados a las casas, las cruces de cristos sin cabeza, los rollos justicieros, placas (ilegales) que recuerdan a unos muertos de la guerra civil, flores que nos dicen dónde ha fallecido un peregrino o las llamadas al rezo para que no haya más muertes o enfermedades.
 
Por supuesto que la vida también se muestra: con sus gentes con una gran historia a sus espaldas; trabajadores desde niños, emigrantes a dónde fuera con tal de ganar unos miserables dineros que les ayudaban a sobrevivir; agricultores aferrados a los ciclos de la naturaleza; mujeres implicadas en el trabajo, en la política y en la igualdad; jóvenes que no quieren irse del lugar donde nacieron o que vuelven a él después de estancias en otros lugares. Son personas tranquilas, sosegadas, sin prisa, amables, hospitalarias, solidarias y dispuestas a entablar una amena conversación.
Si se cambia y ajusta la mirada hacia las alturas se pueden observar las diferentes aves que pululan por estos lares, desde cigüeñas incubando sus huevos, gorriones comiendo de los distintos árboles frutales, rapaces en búsqueda de sus presas, grajos y urracas saltando por los sembrados y los tejados, o simplemente múltiples aves observando el entorno, viendo pasar el tiempo y sus gentes. El ave que abunda sobremanera es la paloma, no sé si como símbolo de la paz o del abandono y deterioro de estos pueblos.
Epílogo.
He aprovechado estos días de descanso y contacto con la naturaleza para continuar con la lectura del libro de Naomi Klein, La dictadura del shock. El auge del capitalismo del desastre. Lo que me ha llevado a pensar que no solo están en decadencia estos pueblos, sino el planeta con los dirigentes que tenemos y la sumisión con la que aceptamos sus decisiones.   

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