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jueves, 13 de marzo de 2014

Cézanne en Madrid, sus verdes.

CÉZANNE
 
Días pasados visité la exposición de Cézanne en el Museo Thyssen en Madrid, para mí fue una vuelta a mi niñez, volví a ver los lápices de colores para dibujar que me regalaban mis padres para Reyes, olí el aroma que se desprende de la madera de los lápices al afilarlos, recordé a mi primer profesor de dibujo en la escuela, mis primeros (y casi únicos) pasitos en el dibujo, mi formación en dibujos de humor con una academia que había en Madrid (formación a distancia). En fin, momentos de evocación de unos años en los que uno los vive con intensidad sin darse cuenta, es el tiempo quien te los trae de vez en cuando y tal vez desfigurados e incluso falsos. Pero los colores que utiliza Cézanne y el olor de la madera de los lápices no son falsos, los sentí profundamente. Las emociones pueden surgir en cualquier momento, un simple bodegón te traslada a tu familia, a tus seres queridos, a tus profesores, a tus primeras comidas en un restaurante.
 
La visita fue (quizás demasiada gente) sosegada, tranquila, saboreé algunos cuadros, otros menos, me pareció una pintura simple, infantil, próxima. Cuando la gente se pregunta qué es arte, yo le digo que arte es algo que se crea y emociona al individuo. Yo me emocioné con los verdes de Cézanne.


 
 

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