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martes, 28 de marzo de 2017

Obreros desnaturalizados y uniformemente serviles: Barbara Ehrenreich

Un debate ya clásico dentro de la sociología es si se puede seguir hablando de lucha de clases sociales o no, e incluso si existen las clases sociales. Mi postura personal es que sí existen y que se sigue dando un enfrentamiento entre ellas, sobre todo impulsado desde arriba hacia abajo. Ejemplos de ellos hay por doquier, solo hace falta una mirada en profundidad, sin dejarse llevar por discursos ideológicos y manipulados.
Una aproximación a ello la podemos encontrar en el libro de Barbara Ehrenreich (2014), Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos, editado por Capitán Swing. En él nos cuenta su experiencia personal, a través de la técnica de la observación participante, en varios empleos de los considerados como “trabajadores no cualificados”: camarera, limpiadora o vendedora en varios lugares de Estados Unidos, es decir trabajodores con sueldos muy bajos, que se encuentran en una situación desesperada sin visos de salir de ella, ya que la cultura predominante los insulta y castiga, o en palabras de Owen Jones, los demoniza.
Barbara considera la situación de ese colectivo como la esclavitud (asalariada) actual, que paradójicamente forma parte de una sociedad muy próspera y rica, en la que sobreviven en las “profundidades la clase económica más baja”. Sufren “acoso laboral” en sus puestos de trabajo al ser exprimidos en su productividad, lo que conlleva el incremento de enfermedades, no sólo físicas, sino también mentales, como consecuencia del estrés al que son sometidos. “Si no sé cómo sobreviven mis compañeras de trabajo con su salario ni qué piensan de nuestras condiciones infernales, si sé de sus dolores de espalda, calambres y ataques de artritis” (pág. 101), “Por supuesto nunca hablamos de la pobreza, el racismo, ni el calentamiento de la Tierra” (pág. 107).
Se pretende que sean mano de obra desnaturalizada y uniformemente servil; a la vez, la pobreza de este colectivo es tal que se aproximan a la exclusión social, son casi invisibles para los demás, “han desaparecido de la cultura en general, a fuerza de retórica y esfuerzos intelectuales” (pág. 127), sin embargo son totalmente necesarios para que los demás puedan seguir viviendo cómodamente.
En su experiencia personal cuestiona que sean trabajadores “no cualificados”, ya que cada puesto de trabajo “encierra un mundo en sí mismo, con sus propias características, jerarquías, costumbres y cánones” (pág. 196), lo que supone una adaptación continua a las necesidades específicas de cada trabajo.
Otros aspectos señalados por la autora son: a) la percepción falsa de este colectivo sobre el discurso que relaciona trabajo y salir de la pobreza, pues la mayoría de ellos no lo logra, aun desempeñando dos trabajos; b) los salarios son demasiados bajos, los alquileres demasiado altos; c) la productividad aumenta, los salarios no; d) el “tabú del dinero”, no hablan de lo que ganan, tal vez sea una señal de inferioridad innata; e) no hablan de organizarse o sindicarse, temores y miedos a ser despedidos o cambiados a peores tareas; f) eluden el conflicto, aunque sea en defensa propia.
Concluye que Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo y que presume de ser una gran democracia, es un lugar donde la desigualdad va en aumento, se echa en falta la democracia en el mercado laboral y que ciertos colectivos de trabajadores se encuentran en un estado permanente de emergencia.

4 comentarios:

  1. Parece razonable pensar que la lucha de clases requiere previamente la definición precisa de la clase, que Marx se cuidó muy mucho para no meterse en ese jardín. Quizás sin proponérselo ya lo había hecho Jorge Manrique, de una manera tan precisa como hermosa: "los que viven de sus manos, e los ricos", bonita manera de ubicar en su lugar al proletariado y a los medios de producción o capital. "Eppur si muove", se dijo después, y un vistazo somero nos dice que existen Vallecas y los amos de la Trilareral y algunos clubs selectos del capitalismo mundial. Quizás sea España un buen observatorio para contrastar las afirmaciones de Bárbara Eherenreich, porque es aquí donde la crisis económica ha decantado lo que parecía camuflado bajo un barniz de prosperidad. Altos titulados con máster y conocimiento de idiomas reducidos al mileurismo, y eso con algo de suerte, cuando no al paro o a la migración. Quizás la existencia del Estado asistencial esté difuminando el problema o aplazando el desvelamiento de la realidad, del solapamiento superficial de las clases bajo la pátina de una sociedad de consumo cuyo límite lo impondrá seguramente la salud del planeta. En fin, que cambios veremos que, quizás nos lleven a nuevas definiciones y clarividencia.

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    1. Daniel, la Historia nos dice que siempre ha habido desigualdad entre los seres humanos, cada época histórica ha tenido su modelo, la que nos ha tocado vivir no iba a ser diferente, aunque después de la segunda guerra mundial creímos que era posible disminuir muchísimo esa situación. En el mundo desarrollado así ha sido en gran parte, pero era un espejismo, el capitalismo ha seguido haciendo su trabajo, no ha parado, se ha convertido cada día más en salvaje, no le importan las personas, solo su beneficio económico. La investigación que cito se realizó en el año 2000, es decir antes de la crisis, imagínate cómo será ahora. Hay otros textos como los Jones Owen o Naomi Klein, que nos cuentan la misma situación en el Reino Unido, y otro texto de Saskia Sassen que lo hace a nivel mundial. En España hay un Informe sobre el Estado social de la nación (2017) que describe muy bien la pobreza y las desigualdades en nuestro país. Seguramente nos daría una fotografía todavía más nefasta si hiciéramos un estudio del tipo que lo ha hecho Barbara. Dicen otros estudios que en España la crisis no ha sido tan brutal principalmente por tres aspectos: el apoyo de las familias (económico y de vivienda), la solidaridad cristiana y la economía sumergida. Lo que si que es cierto es que las desigualdades han aumentado ý la tendencia vislumbra un futuro complicado para los colectivos más vulnerables.

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  2. Lo que está claro es que la clase trabajadora, especialmente la del Sector Primario, es imprescindible para el funcionamiento de la sociedad y no se les valora como se merecen. Deberían tener mejores condiciones de trabajo y ganar más dinero. Se valoran socialmente mucho más profesiones que son mucho menos importantes. Y no digo ya nada de tertulianos, politólogos, artistillas, famosetes, fútbolistas...

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    1. El problema radica principalmente en las desigualdades socioeconómicas existentes en todo el mundo, que son injustas y evitables, pero fundamentalmente el sistema económico imperante en la gran mayoría de los países impide el que disminuyan las desigualdades. Desgraciadamente vemos como el neocapitalismo está siendo cada día más injusto con los colectivos de trabajadores más precarios y vulnerables.

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