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martes, 11 de noviembre de 2014

Picasso, costumbrismo andaluz decimonónico y la moda en Georg Simmel


La sociología me llevó a la ciudad de Málaga y me he despedido de ella con sociología. Este fin de semana he ido Málaga al Congreso andaluz de sociología, aunque solamente en calidad de consorte, asistiendo exclusivamente al cóctel de bienvenida para saludar a los amigos sociólogos; he aprovechado ese viaje para visitar la ciudad e ir, entre otros sitios, al Museo Picasso y al Museo Carmen Thyssen, amén de saborear sus vinos y sus pescados. En el primero de ellos Picasso una vez más me entusiasmó, no por verlo mil veces deja de sorprenderme y de encontrarle novedosos aspectos, formas, colores, perspectivas, temáticas… es un museo con pocas obras pero que recogen varios de sus estilos, podemos ver su evolución pictórica tan atractiva, que va desde la imitación inicial en su juventud, pasando por la impregnación de los estilos de moda parisinos de principios del siglo veinte, hasta su individualización en la madurez, que es realmente su aportación innovadora al arte. Me siguen encantando sus formas sensuales y eróticas (sexo explícito en algunas de ellas), sus pinceladas profundas con una gran fuerza y seguridad, tan simples y a la vez tan complejas de interpretar algunas veces. Su origen español y andaluz se transmite en su temática, pero su innovación, su ruptura con la pintura tradicional es fruto de su estancia en el centro del arte mundial en ese momento, París. Envidio su aventura.
En el Museo Carmen Thyssen la pintura costumbrista andaluza de finales del siglo XIX y principios del XX ocupa gran parte de la obra expuesta. Los toros, el baile, el cante flamenco, los vestidos, la vida social, la gastronomía, las fiestas, el ocio, las meriendas, escenas campesinas…, en definitiva todo lo que se hacía fundamentalmente en la calle, la interacción social en el ámbito público, realismo social vaya. Las primeras pinturas son muy naif, infantiles, cálidas, naturales; las del principio de siglo son de un formato más grande, más coloristas y preciosistas, y aunque siguen describiendo la vida social, se percibe que se está saliendo del oscuro diecinueve. Otra de las cuestiones que llamaron mi atención fue la moda en la indumentaria de los personajes, sobre todo las diferencias existentes en las clases sociales y en los diversos grupos sociales.
Para digerir todo esto me fui a la Plaza de la Constitución a sentarme en un banco de piedra, debajo de un limonero, con un día soleado, rodeado de jubilados y niños. En ello estaba cuando al rato apareció mi compañera con un regalo comprado en la tienda del Museo Thyssen: La filosofía de la moda, de Georg Simmel, editado por Casimiro (2014).  El círculo de arte se cerraba, pero se abrían otros, el filosófico y el sociológico.
Este breve ensayo de Simmel, publicado por primera vez en Berlín en el año 1905, nos aproxima al estudio de la moda a principios del siglo XX, donde relaciona la moda con el dualismo, la intimidad, las clases sociales, la arbitrariedad, lo extranjero, los trajes, la tragedia, el ritmo vital, la envidia, lo frenético, la anti-moda, la mujer, la máscara, la vergüenza, lo rápido, lo barato, la eternidad, lo afín y lo indócil. Si bien es un tratado que tiene más de cien años nos aporta una mirada rigurosa y profunda sobre la moda en aquellos años en los que pintaban Picasso y sus colegas parisinos y andaluces. En la Introducción de este texto Jorge Lozano nos dice: “La moda puede, aparentemente y en abstracto, acoger cualquier contenido. Cualquier forma de la indumentaria, del arte, de los comportamientos o de las opiniones puede ponerse de moda”. La moda del arte en España, en Andalucía, era una; en Francia, en París, era otra.
Podría destacar muchas frases de Simmel, he optado por ésta sobre la arbitrariedad de la moda: “La moda es un mero engendro de necesidades sociales… A veces son de moda cosas tan feas y repelentes, que no parece sino que la moda quisiese hacer gala de su poder mostrando cómo, en su servicio, estamos dispuestos a aceptar lo más horripilante”.

lunes, 3 de noviembre de 2014

La democracia deliberativa, la democracia participativa.... viene de lejos

El otro día explicaba en clase diferentes técnicas de investigación social cualitativas, entre otras: la encuesta deliberativa, el método Delphi y la conferencia consenso, poniendo el acento en la participación activa de los encuestados o entrevistados, en cómo todos los actores sociales pueden intervenir de una manera activa, y cómo ello puede servir para mejorar los servicios destinados a la población o mejorar las organizaciones. En un momento dado me di cuenta de que ponía mucho énfasis en los términos democracia, participación, deliberación, compromiso, interacción… y les dije que el discurso parecía sacado del mensaje político del movimiento social Podemos (ya partido político), a lo que me respondieron que sí, que era cierto, que daba la impresión que les estaba dando una clase sobre democracia, en vez de técnicas de investigación.

Les comenté entonces que la democracia participativa, la democracia deliberativa no la había inventado Podemos, sino que venía de lejos, que estos planteamientos tan actuales tienen su base en las culturas clásicas griega y romana, que en esas culturas está asentada nuestra sociedad.

Les invité a leer un libro que escribí con la profesora Aguilar hace ya tres años La participación ciudadana en salud, editado por Universitas, donde explicamos las diferentes teorías sociales sobre esas cuestiones aplicadas al ámbito de la salud, donde los ciudadanos toman decisiones participando activamente en uno de los sectores que más afectan a la ciudadanía.

Libro que sigue siendo actual, a propósito de por dónde van los vientos.
 

 
                                           
Autor: José María Bleda García y Marta Aguilar Gil
N° Páginas: 118