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lunes, 17 de septiembre de 2012

La felicidad y el miedo: Bertrand Russell y José Antonio Marina

Desde hace muchos años al comienzo del verano suelo escoger varias novelas para disfrutar del placer de la lectura evasiva del mundo real, que me permita viajar por otros países, conocer otras culturas, luchar, volar, soñar… Tal vez lo hago porque durante el resto de los meses mis lecturas tienen que ver con el ensayo, debido principalmente a mi profesión como docente e investigador. Este verano repetí mi comportamiento habitual, pero a mediados del estío había acabado lo seleccionado, y me puse a buscar en mi e-book novelas que me había pasado una amiga, entre ellas resaltó La conquista de la felicidad, del filósofo Bertrand Russell. Días después en un encuentro casual con mi amigo Antonio Illán nos pusimos a hablar de un filósofo toledano, José Antonio Marina, del cual él es un fervoroso admirador, le dije que me pasara algunos de sus textos, pues no había leído ninguno, me facilitó Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía. Es decir, fruto del azar me encontré en pleno verano con dos ensayos filosóficos que analizan profundamente al individuo en dos grandes cuestiones que le persiguen desde el principio de los tiempos: la felicidad y el miedo. Ambos textos han sido devorados con pasión, me han interesado desde el principio al final, no me ha importado el tener que releer, pensar o repensar algunos de los párrafos, me han sido útiles para mis pensamientos, mis comportamientos, mi comprensión del mundo que me rodea, además claro está de disfrutar de mi tiempo de ocio vacacional.
Del análisis inicial de la lectura de estos dos libros resalto principalmente que ambos autores nos animan que para ser felices y no tener miedos es fundamental que actuemos, que nos queramos a nosotros mismos, que nos relacionemos con los demás, que seamos positivos, creativos, amorosos, disfrutemos de lo que nos ofrece la vida, desdramaticemos nuestras vidas, pero sobre todo que ante las inseguridades, incertidumbres, penas, temores, conflictos, desengaños… nos sintamos fuertes y nos enfrentemos a ellas, es decir que no seamos pasivos, sino que pasemos a la acción. Bueno, esto es lo que yo he entendido, seguro que para otras personas será diferente.
En estos momentos tan difíciles que estamos atravesando en nuestro país creo que lecturas de este tipo nos ayudan a enfrentarnos de una manera activa y creativa. Ah, se me olvidaba, a todo lo positivo dicho anteriormente hay que darle siempre muchas dosis de humor.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Recortes en innovación e investigación, nuestros jóvenes científicos se marchan


La investigación en España siempre ha contado con poca dotación económica, pero en los últimos años ha visto como ese poco iba a menos, no digamos ya en el año 2012. Se nos dice constantemente lo importante que es la inversión en ese sector y que el futuro desarrollo económico y científico de Europa, y de España en particular, depende en gran medida del crecimiento del mismo. Vaya contradicción más importante, es necesario, fundamental, y sin embargo no aumentamos la dotación sino que la disminuimos.  Esta esquizofrenia política se empieza a complicar con la paranoia de nuestros jóvenes investigadores que ven cómo su futuro es bastante impredecible, oscuro, incierto… y su posible salida profesional pasa por irse de nuestro país (que por cierto, a lo largo de la historia de la ciencia siempre ha sido así). Este panorama se da en todos los campos de la investigación, principalmente en las universidades o centros públicos de investigación, pero singularmente en la investigación social, ya que ésta como no genera ingresos económicos claros y rápidos, pues para qué se va gastar dinero en ella. La investigación (y la formación) no es un gasto, es una inversión; lástima que nuestros gobernantes no lo vean así y no intervengan adecuadamente tal como lo están haciendo los países de nuestro entorno. 
 
 
 
Manifestante en la Cumbre Social, en Madrid, el 15 septiembre de 2012.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Sueños y realidades en Libia


Hace dos años estuve trabajando en la elaboración de un plan estratégico de comunicación en un proyecto urbanístico en la ciudad de Al-Beyda, en Libia. Este proyecto se enmarcaba en una reconstrucción del país que Gadafi había emprendido hacía unos pocos años con diversas empresas extranjeras, algunas españolas. Lo más importante, desde mi punto de vista, era la apertura de Libia al mundo occidental, su colaboración con organizaciones externas, pero sobre todo suponía la modernización de la sociedad. Estuve llevando a cabo entrevistas con empresarios, jóvenes profesionales (ingenieros, abogados, economistas…), profesores universitarios, políticos, religiosos; en esos encuentros resaltaba que casi la mayoría eran, a su manera, críticos con el poder político, pero en todos existía una ilusión de cambio, confiaban en que estaban en el camino de la modernidad y que por fin la riqueza iba a ser mejor distribuida. Un año después este sueño se truncó, los países occidentales con la OTAN a la cabeza decidieron intervenir para llevarles a los libios la democracia y la libertad, y como sucede muchas veces lo hicieron destruyendo el país y enfrentando a la sociedad. Esta destrucción se basaba, se legitimaba en la construcción de una nueva sociedad lo más parecida a la occidental, ya que según los dirigentes de esos países es la mejor posible. Por las noticias que nos llegan, casi siempre pocas y muy tamizadas (¿manipuladas?), los libios van caminando hacia la construcción de una democracia de tipo occidental en un país árabe, si bien hay grupos que no están de acuerdo y ponen algunos obstáculos para su consecución. No sé muy bien, sobre todo por falta de información, en qué situación se encuentra este país, lo que sí sé es que ese sueño de hace unos años se disolvió y que el nuevo sueño está siendo muy lento, con muchos inconvenientes, con retrocesos en algunos casos (religiosos, tribales, familiares, grupos de presión), y que cuando se destruye tanto es muy difícil construir. Ojalá que este país tan desconocido para los occidentales se recupere lo más pronto posible, la nueva sociedad Libia recupere la ilusión y sean capaces de distribuir entre ellos las grandes riquezas de que disponen en su territorio, y que esa destrucción no solo haya servido para eliminar a unos cuantos que impedían el saqueo del petróleo y del control geoestratégico del Mediterráneo y del Oriente Medio. Libia se lo merece, su población lo necesita.

 
 
 
Comiendo con los trabajadores del proyecto urbanístico en la ciudad de Al-Beyda

 
 
El tempo de Delphos